Emma Morano, nacida en Italia en 1899, vivió hasta los 117 años, convirtiéndose en la última persona viva nacida en el siglo XIX.
Su longevidad ha fascinado al mundo, y ella misma atribuía su salud excepcional a dos factores principales: su decisión de vivir sin pareja y su régimen alimenticio peculiar, basado principalmente en el consumo de huevos.
Durante más de 90 años, Emma comió tres huevos al día, dos crudos y uno cocido, un hábito que comenzó cuando fue diagnosticada con anemia tras la Primera Guerra Mundial.
Además de los huevos, Emma consumía un licor local de grappa con hierbas, lo que complementaba su dieta y le aportaba energía. A pesar de no seguir las recomendaciones comunes de consumir frutas o vegetales, su longevidad también pudo estar relacionada con su genética: su madre vivió hasta los 91 años y varias de sus hermanas superaron los 100 años.
Otro aspecto crucial en su vida fue la soledad. Tras un matrimonio forzado y la muerte de su único hijo, Emma eligió vivir sola y sin pareja, lo que, según ella, le permitió evitar el estrés emocional y, posiblemente, contribuyó a su salud a largo plazo. A lo largo de sus 117 años, fue testigo de dos guerras mundiales y de cambios sociales y tecnológicos, manteniendo siempre una actitud resiliente ante la vida.
La vida de Emma Morano es un ejemplo de cómo la constancia, una dieta peculiar y una actitud positiva pueden tener un impacto sorprendente en la longevidad.