Los minions, famosos personajes animados de la pantalla grande, fueron objeto de análisis de una investigación de la Universidad de Leicester (Reino Unido), en la que se buscaba establecer las similitudes genéticas entre estos personajes y los humanos.
El artículo, publicado por la revista Journal of Interdisciplinary Science Topics, toma en cuenta las supuestas características biológicas y el hecho de que se menciona en la película que estos personajes llegaron a la Tierra en el momento de los tetrápodos (hace aproximadamente 400 millones de años).
Para llegar a esta conclusión, midieron las proporciones de estos personajes amarillos. El pequeño tamaño de sus extremidades en comparación con su alargada cabeza sugiere síntomas de hipocondroplasia y enanismo, que sería provocado por la mutación del gen FGFR3, indica Krisho Manoharan y Ruth Sang, autores de la investigación.
Sus grandes ojos -añaden los autores- están relacionados con el gen Pax6, responsable del desarrollo del cerebro y de la vista. Su mutación provoca precisamente que algunos de ellos tengan un ojo y otros dos.
En cuanto a su escaso lenguaje, los investigadores refieren que el responsable es gen FoxP2, el cual es necesario para un óptimo desarrollo del lenguaje y del habla. A pesar de ser repetitivo y escaso, es un reflejo de un lenguaje humano, aseguran.
Por otro lado, los cromatóforos, células encargadas de la pigmentación de los animales, serían las responsables de su característico color amarillo.
Los estudiantes miembros del Centro Interdisciplinario de Ciencia de dicha universidad, sin embargo, destacan que todas estas características podrían ser comprobadas si los personajes existieran en la vida real.
Por su parte, la universidad destaca la capacidad de los autores del estudio al utilizar la información existente e interpretarla con las herramientas que brinda la ciencia.
«Una parte importante de ser un científico profesional es la capacidad de hacer conexiones entre la gran cantidad de información disponible utilizando los conocimientos científicos», afirma Cheryl Hurkett docente responsable del curso donde se desarrolló la investigación.