La maternidad ha sido representada en el cine de múltiples maneras, pero pocas veces con la crudeza y honestidad que ofrece Canina (Nightbitch en su idioma original).
Protagonizada por Amy Adams y dirigida por Marielle Heller (Gambito de Dama, Un buen día en el vecindario), la película se adentra en los aspectos más oscuros, agotadores y solitarios de la crianza, alejándose de las idealizaciones típicas de Hollywood.
La historia sigue a una madre que dejó su carrera artística para dedicarse completamente al cuidado de su hijo de dos años, mientras su esposo (interpretado por Scoot McNairy) permanece ausente debido a su trabajo. En una rutina que parece no tener fin, el personaje de Adams enfrenta un torbellino de emociones: amor, frustración, culpa y un cansancio extremo que la llevan a cuestionar su propia identidad.
El punto de quiebre llega cuando la protagonista empieza a experimentar extraños comportamientos animales, desarrollando instintos «perrunos» que la hacen dudar de su propia cordura. Este giro surrealista es uno de los elementos más arriesgados de la película, aunque no termina de integrarse del todo con la narrativa central, dejando más preguntas que respuestas.
Sin embargo, Canina brilla en su exploración de la maternidad desde una perspectiva poco convencional. La interpretación de Amy Adams es uno de los puntos más sólidos del filme, logrando transmitir con intensidad el desasosiego de una mujer que se debate entre la devoción a su hijo y la pérdida de sí misma.
Lejos de las comedias edulcoradas como Qué esperar cuando estás esperando (2012), Canina no teme mostrar la maternidad sin maquillaje ni glamour: cuerpos agotados, mentes al límite y una lucha interna constante. Con un humor afilado y un mensaje de empoderamiento, esta película se convierte en una reflexión imprescindible para quienes han transitado el complejo camino de la crianza.