Un peso equivalente a más de 14 elefantes africanos, 40 metros de longitud y 20 metros de altura: así era el dinosaurio herbívoro recién hallado que vivía en el Cretácico Tardío en lo que ahora es Argentina.
José Luis Carballido y Diego Pol del Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Argentina lo han encontrado en la Provincia del Chubut, cerca de La Flecha. Los fósiles evidencian que se trata de una nueva especie del grupo particular de dinosaurio saurópodo, denominado ‘titanosaurios’, «posiblemente la más grande que haya vivido en nuestro planeta». Tuvo siete toneladas más que el anterior poseedor del récord, el Argentinosaurus: 77 toneladas, una cifra obtenida tras la medición de la longitud y la circunferencia del fémur más grande.
Este herbívoro vivió en los bosques de la Patagonia hace entre 95 y 100 millones de años, dicen los científicos tras analizar la edad de las rocas en las que se encontraron los huesos.
Pero a pesar de su magnitud, el dinosaurio todavía no tiene nombre. Los investigadores prometen hacerlo más tarde, honrando los tamaños del animal y esta región de Argentina.
Abrevadero cretácico
Además de sus restos, en el mismo yacimiento había más de 200 fósiles y 60 dientes de dinosaurios carnívoros de gran tamaño.
«Es un verdadero tesoro paleontológico. Había muchos restos y estaban prácticamente intactos, algo que no pasa con frecuencia. De hecho, los restos de titanosaurios gigantes conocidos hasta ahora son escasos y fragmentarios», subraya Carballido.
Su equipo ha encontrado los restos de siete ejemplares adultos en la misma zona. El tipo de ambiente reconstruido indica que durante períodos de sequía los saurópodos concurrían a pequeños charcos de agua para beber, y quizás algunos morían allí por la deshidratación o atrapados en el barro.
La cantidad de la carne atraía a los carroñeros de gran tamaño como el Tyrannotitan. «Probablemente frecuentaban el lugar para carroñar los restos de los herbívoros. Pero el festín tuvo un alto precio: al morder la dura piel y carne de estos gigantes a menudo debían romper sus dientes, aunque más tarde los regeneraban», dice Carballido, explicando la cantidad enorme de los dientes hallados.