Estudios recientes descubren que los niños más activos físicamente y que se mantienen en forma tienen una mejor regulación cardíaca que los que son menos activos.
En el estudio participaron alrededor de 377 niños de entre seis y nueve años los cuales fueron puestos en prueba midiendo su regulación cardíaca, actividades físicas, sedentarismo y actividades aerobicas.
Los datos fueron ajustados para la maduración, el porcentaje de grasa corporal, la circunferencia de la cintura, los lípidos del plasma y la presión arterial y el nivel de glucosa en plasma.
De esta manera, se llegó a la conclusión de que los efectos beneficiosos de un estilo de vida físicamente activo va más allá de los factores de riesgo cardiovasculares tradicionales y que todas aquellas medidas que apoyen el movimiento en los niños deben ser apoyadas por sus tutores.