Es brasileño y se llama Romario Dos Santos Alves. Qué tomó que casi le cuesta sus dos extremidades. Cómo deformó su cuerpo. “No voy a caer en esa tentación de nuevo”, reflexionó.
Dedica su vida a su cuerpo, a esculpirlo como si fuera el mismísimo Increíble Hulk. Está tan obsesionado que llegó a hacer una locura: Inyectarse aceite en sus biceps para que crecieran desproporcionadamente. Y lo logró.
Lo que Romario Dos Santos Alves nunca supo es que esa imprudencia podría terminar con lo que más se mira en el espejo: sus brazos.
Es que los médicos le advirtieron que podrían tener que amputarle los brazos como consecuencia de los cócteles mortales que se ponía en sus extremidades para que crecieran y así parecerse al “gigantesco hombre verde”.
El tratamiento que había experimentado Romario para poder hacer crecer sus músculos no implicaba una sola inyección, sino una serie interminable. “Si la tomas una vez habrá definitivamente una segunda vez, es adictivo”, reconoció el musculoso de 25 años.
“Recuerdo al médico diciéndome que tendrían que amputarme ambos brazos”, dijo en una entrevista reproducida por el diario británico Mirror. “Quiero que otras personas vean los riesgos. Pude haber muerto, todo porque quise músculos más grandes”.
Romario contó cómo fue que quiso comenzar a “crecer” en lo relacionado con su físico. Fue después de ver a otros muchachos en el gimnasio. Quiso imitarlos. No podía creer los músculos que tenían. “Vi algunos hombres realmente grandes en el gimnasio con enormes brazos y comencé a hacerme amigo de ellos. Me llevaron al synthol (esteroide) y me entusiasmé por los resultados. Perdí el control”.
“Mis músculos comenzaron a solidificarse y no podía siquiera inyectarme los brazos, estaban llenos de piedras. Decidí que lo único que podía hacer era comprar agujas de especialistas para poder inyectarme. Sé que suena estúpido, pero era lo único que podía hacer para tener mi synthol”, confesó.
Al tiempo que estaba desesperado por seguir agregando químicos a su cuerpo, la salud mental de Romario se debilitaba. Su mujer le hizo un ultimatum: ella o el synthol. “Fui hospitalizado en una clínica y mi esposa estaba embarazada de seis meses”.
“Finalmente, gracias a Dios, el médico me dijo que no habría que amputar. Podrían remover el synthol solidificado que se había formado en mis brazos”, recordó Romario. Veía una luz en el oscuro túnel en el que se había metido imprudentemente.