En algún lugar de Kansas, al noroeste de Wichita, hay un negocio inmobiliario único en el mundo: Survival Condo Project (SCP, Proyecto de Apartamentos de Supervivencia), un complejo de lujo para que los “ultra-ricos”como identificó a sus clientes Larry Hall, el dueño del edificio sobrevivan al fin del mundo, sea por el cambio climático o por la guerra atómica.
Los 15 pisos del SCP están en un silo misilístico bajo tierra, una construcción de la Guerra Fría en la que se guardó un arma nuclear de la línea Atlas entre 1961 y 1965.
Un apartamento de piso completo vale USD 3 millones y puede albergar hasta a 10 personas; uno de media planta cuesta USD 1,5 y permite hasta cinco habitantes. Se vendieron todos excepto uno, que el emprendedor reservó para él, su esposa y su hijo de 12 años.
Y se vendieron al contado, por obvias razones, como señala la sección de preguntas frecuentes del sitio del SCP.
La bóveda, la única parte del edificio expuesta a la superficie, puede resistir vientos huracanados.
Un guardia con ropa de fajina y un rifle semiautomático recibió al periodista de The New Yorker y lo condujo a la oficina de Hall. “En un lugar concebido contra la amenaza nuclear soviética, Hall ha erigido una defensa contra los miedos de una nueva era”, escribió Evan Osnos. “A Hall se le ocurrió la idea del proyecto hace una década, cuando leyó que el gobierno federal volvía a invertir en planificación sobre catástrofes”.
El silo le costó USD 300.000; la construcción de los bunkers de lujo, casi USD 20 millones. Al comenzar el proyecto en uno de los 72 sitios que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos construyó para resistir una explosión atómica, “tuvimos una ventaja de USD 120 millones”, se jactó Hall en la página de internet de su refugio de alta gama. “Un competidor tendrá que gastar eso sólo para ponerse a la par”.
También señaló otras ventajas: “Los miembros serán propietarios de un pedazo de historia, el aplomo de una base misilística”. Las paredes superiores tienen un grosor de casi tres metros y son de hormigón reforzado con resina epoxi. La bóveda que asoma sobre la superficie puede soportar vientos de hasta 500 millas por hora.
Entre los servicios comunes los habitantes del silo del fin del mundo tienen elevadores ultra veloces y escaleras, fuentes propias de energía, reservas de agua de un mínimo de 75.000 galones (casi 285.000 litros), filtros de aire contra elementos nucleares, biológicos y químicos. “Tenemos alimentos para todas las personas durante un mínimo de cinco años”, dijo en una entrevista con la radio NPR.
“Pero también tenemos cultivos hidropónicos y acuicultura, que es la cría de peces. Y con la turbina eólica, la energía verde, técnicamente podríamos crear nuestros alimentos de manera independiente por tiempo indeterminado”. Una piscina, un spa, un gimnasio; un cine, un bar, una biblioteca; un centro médico, un aula y una central de comunicaciones con internet completan las instalaciones.
Tras recorrer uno de los apartamentos Osnos lo describió como “un condominio de ski sin ventanas: mesa de pool, electrodomésticos de acero inoxidable, sillones de cuero”. Una de las cosas que más solicitaron los propietarios fue que agregasen ventanas electrónicas. “Imagínese un televisor LED de 55 pulgadas”, explicó en NPR. “En lugar de estar en el modo horizontal, lo da vuelta para que quede en forma de retrato y lo conecta a una cámara de alta definición que está en el exterior. Ahora mismo miro mi turbina eólica en la superficie. Y veo la luz del día. A todos los efectos, no puedo darme cuenta de que estoy a 30 metros bajo tierra”.
Quienes no quieran ver la pradera de Kansas pueden elegir distintos paisajes. La ventana electrónica puede mostrar un video del Central Park de Nueva York, o bosques de pinos, u otras vistas a elección del propietario.
Las instalaciones son modernas y personalizadas por un decorador de interiores.
El acceso a las unidades se hace con lectores biométricos, sin llaves; la seguridad es uno de los elementos centrales para Hall, quien mantiene en secreto la ubicación exacta del SCP. “Tenemos el nivel máximo de seguridad de estilo militar que ofrece medidas letales y no letales para proteger a nuestros residentes —se explica en el sitio del condominio—. Hemos diseñado nuestros protocolos de seguridad con todas las consideraciones que podrían poner en peligro a nuestros residentes y la instalación”. Eso incluye francotiradores para evitar que otros seres humanos quieran salvarse sin pagar e intenten ingresar al refugio exclusivo.
Para aprovechar el espacio al máximo, Hall se inspiró en el diseño interior de los cruceros. La decoración y los muebles de cada uno se encargan, según las demandas del propietario, a decoradores profesionales. En la recorrida para The New Yorker, Hall mostró un hogar: “Este hombre quería tener un hogar de su estado, Connecticut, así que me envió el granito”. Las cocinas tienen electrodomésticos de acero, lavadoras y secadoras. En todas las unidades abundan las luces LED, para evitar la depresión.
Entre las áreas comunes se cuenta un cine, un spa, un gimnasio; también un pequeño hospital.
En el sector médico hay una cama de hospital, un pequeño quirófano y un sillón de dentista: entre los propietarios hay dos médicos y un odontólogo. Además de una tienda de ramos generales, cada unidad trae alimentos desecados por congelamiento y almacenados en envases sin oxígeno, de manera tal que duren hasta 20 años.
En el caso de que una crisis se desatara, los vehículos blindados del condominio buscarían a los dueños en un radio de 400 millas. Los que tengan aviones privados pueden aterrizar en Salina, a 30 millas. “Trabajaremos con nuestros propietarios para asegurarnos de que puedan viajar hasta las instalaciones desde cualquier estado”, se lee en la web.
“Creemos que dadas las condiciones económicas mundiales de hoy, las pruebas históricas de desastre y las señales obvias del cambio climático, es prudente tener un plan y un refugio en caso de catástrofe, por si surge la necesidad”, explica la página de internet de SCP, que hoy es el proyecto 1 ya que Hall trabaja en la construcción de un segundo silo-bunker. Y en caso de que el Apocalipsis no suceda, los propietarios pueden usar sus unidades cuando deseen ensayar.