I
A ver cómo entendemos esto de la Democracia y el respeto a la Constitución de los que, sin ningún pueblo, se reclaman sus dueños y que ahora quisieran ser aquella subpartícula cósmica que en algún momento estalló en un Universo.
En nuestra tierra el problema es más complejo comprenderlo, porque allá arriba con un Big Bang divino se creó la bóveda celeste, abajo floreció la vida y más allá la belleza sideral, y aquí, si bien hay una subpartícula, esta invoca otro tipo de Big, el viejo Big Stick que estalle en hambruna, en disparo de la miseria, explote en una migración masiva a Estados Unidos y hasta detone la muerte de los más vulnerables de la población: para eso quieren una bóveda para Nicaragua.
Empecemos, ¿quiénes se auto consideran los dueños absolutos de la Democracia y guardianes de la Carta Magna, que sin ellos arderá Roma y caerá otro Diluvio? El 0.2% del MRS y el 3.3%, del PLI, cuando le pertenecía a Eduardo Montealegre, que ese es el enorme caudal de apoyo “multitudinario” de la derecha conservadora.
Es decir, la “coalición” que descalifica el actual proceso electoral suma el 3.5%. Este dato de mal gusto, que es de mayo anterior, es tan inconveniente que no lo informan a sus interlocutores en las metrópolis.
Debemos subrayar que esta impertinencia la ofreció la firma encuestadora en la cual ellos sí “confían” ciegamente: Borges y Asociados, aunque también M&R y CID Gallup coinciden con esos lamentables y patéticos porcentajes que acumulan ya sus buenos calendarios de edad y soledad.
Ese es el gran “techo” de la auto proclamada “verdadera oposición” de Nicaragua. Así que la Democracia se “derrumba” porque el 0.2% y el 3.3% no participan por problemas internos de siglas sin ningún peso demográfico.
Hasta en estos días cuando la gran ciudadanía ha confiado en asistir a las urnas, cuando M&R precisa que el 79.9% consideró que su voto vale, los tremendistas ultraconservadores mantienen como uno de sus fundamentales valores “democráticos”, el goebbeliano “Principio de orquestación”, a través de su aparataje, incluido algún oenegé y la capacidad de aquellos personajes diestros en reciclarse como “movimiento”, “diversos sectores”, “frente de fulanos”, “unidad” de sutanos y hasta “alianzas” menganas.
“La propaganda –aconsejó Goebbels– debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”.
Es decir: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad”. Ergo, “Hay que posponer las elecciones para revertir la Nica Act”.
Sí, sobre todo si las inoportunas estadísticas de Borges y Asociados, “que no se equivoca”, siguen confirmando que el presidente Daniel Ortega es la personalidad con mayor aceptación cívica en el tope de la tabla de los mejores valorados: 76.9%.
II
Los encargados de pasar información al Departamento de Estado y a los congresistas deben contar la verdad completa, aunque salgan lastimados sus “héroes” de papel periódico.
Documentar, por ejemplo, que ni siquiera tuvieron el valor de poner a prueba sus pretendidos “compromisos democráticos”, cuando el organismo Hagamos Democracia los exhortó a que comprobaran realmente su fuerza política en el terreno de los hechos y no en los complacientes titulares de su periódico.
Sin embargo, sabedores que solo cuentan con una mediática “popularidad”, rehuyeron el elemental principio de la democracia: someterse al escrutinio del pueblo.
Es de apuntar que dicho organismo es integrado por personeros de clara tendencia derechista, pero desmarcado del autoritarismo de la llamada Coalición de Montealegre-MRS. Sus llamados a la infra minoría obtuvieron por toda respuesta que eran unos “payasos” y las convocadas primarias otras “payasadas”.
Ahora, estos que niegan la democracia interna en sus propios toldos y que rechazaron las elecciones organizadas por el citado organismo, pasaron de llamar “payasadas” al ejercicio cívico inter opositor a denigrar como “farsa” los comicios nacionales.
En las primarias realizadas por HD, el Partido Conservador se alzó con la victoria entre los partidos y organizaciones políticas que participaron en la justa, y ahora corre con sus candidatos en las elecciones de Nicaragua.
¿Por qué la coalición y sus activistas de oenegés rehúyen las prácticas democráticas y descalifican a los que no subestiman la voluntad ciudadana?
Para este grupo importa más el apoyo que alguna prensa le presta a sus fabulosas distorsiones, el de ciertos políticos europeos y, en especial, su insistente lobby ante congresistas ultraconservadoras de los Estados Unidos.
III
La falacia es la marca registrada del radicalismo. Si dicen que se deben a la Constitución, ¿por qué defienden alegremente la Nica Act en detrimento de la Constitución, como si fuera “culpa” del Gobierno de Nicaragua?
En principio, Nicaragua no es un país subalterno de ninguna nación del mundo: nadie le puede dictar su destino, indicar su camino, ni recetar ningún modelo, porque si Dios le otorgó el libre albedrío a la humanidad, mal estaría que los hombres de un país sojuzgaran la libertad y la conciencia de los vivientes de las otras naciones.
No es de origen cristiano la creencia de dividir el mundo entre seres superiores y seres inferiores. Y, objetivamente, se entiende que no es ese el espíritu de los líderes sensatos de Washington.
Esto, al parecer no lo tienen “claro” los pro-injerencistas nativos. Al contrario, abominan la Ley Fundamental que en su artículo 5 detalla nuestro humanismo nicaragüense:
“Nicaragua fundamenta sus relaciones internacionales en la amistad, complementariedad y solidaridad entre los pueblos y la reciprocidad entre los Estados. Por tanto, se inhibe y proscribe todo tipo de agresión política, militar, económica, cultural y religiosa, y la intervención en los asuntos internos de otros Estados”.
El Capitolio hará bien en saber a qué tipo de políticos podrían estar apoyando, pues están ante la presencia de una ficción extrema: que la hiperderecha reducida a un 3.5% de adeptos se considere la representante “legítima” del pueblo de Nicaragua, excluyendo con su soberbia al 80% de la sociedad nicaragüense que declara: “¡Sí hay por quién votar!”.
Los Estados Unidos de Benjamín Franklin, James Madison, Thomas Jefferson, John Adam, Alexander Hamilton, John Jay – los Padres Fundadores– no debería ser rehén de una sobreviviente de la Guerra Fría que no es ni remotamente descendiente de las virtudes y los magnos ideales de George Washington.
Una gran nación no debe empequeñecerse. La Nica Act sería el triste homenaje que le tributarían a los farsantes de la Democracia en Nicaragua.