Cada vez que se produce una elección en cualquier país del planeta, la derecha conservadora vuelve a colocar en cartelera el tema del “fraude”.
El paralelismo es, a todas luces, forzado, pero sirve para prolongar la mentira mediática de que en Nicaragua se computan los votos “a como le da la gana” al Consejo Supremo Electoral.
Sin dudas, toda institución o, incluso, la ley, siempre son dignas de mejorarse, aunque no se alcance la perfección porque, en este caso, ni los que participan en una justa son ángeles ni los árbitros demonios.
Hasta en los certámenes de belleza, en la selección de las nuevas estrellas del canto, en los casting, quienes no logren el cetro, el estrellato esperado y el papel en el filme que lo catapultaría a la fama, aparecen acusados y acusadores. Se necesita de demasiada grandeza humana para aceptar el fracaso propio y perseverar para la próxima oportunidad.
Pero las comparaciones con otras historias no dejan resultados muy amables con la verdad. Y muchos llamados politólogos caen en ese mismo extremo, edulcorando el relato de los malos políticos, en tanto malos perdedores, para trasegarlos como “víctimas” del tribunal electoral.
Los números no lo narran todo como tampoco podemos esperar que la cifra “714” (jonrones) ilustre la leyenda completa de Babe Ruth. Salvo los votantes, amén de partidos, analistas, consultores, etc., de la nación — cuyos comicios se toman como “modelo”–, en el extranjero es muy difícil manejar al dedillo esa experiencia importada como “gloriosa” en Nicaragua.
Esto es parte del viejo pensamiento conservador que instauró la baja autoestima nacional: lo admirable, como requisito, debe ser del exterior; lo peor es “made in” Nicaragua.
Es preferir la Coca Cola en vez de la espumosa, no carbonatada, libre de soda cáustica y plástico, la humildísima Cumba de Tiste.
Es el caso del Canal. La derecha malinchista ve “más bonito” al de Panamá, “nadie fue expropiado, y los panameños sí pueden”; incluso, hasta pusieron en el altar al presidente de ese país, Juan Carlos Varela, porque dijo que el Interoceánico nicaragüense “no tiene viabilidad económica”.
¿Y qué esperaban que dijera? ¿Desde cuándo, la Coca Company alaba a la Pepsi? Si no se toleran ni en el exhibidor de una pulpería de Chiquilistagua, menos en la publicidad encubierta de Hollywood, donde Sandra Bullock debe consumir, durante el rodaje, una sola marca de gaseosas.
Cuando la derecha establece esos injustificados parangones, hace abstracción de la calidad de los partidos contendientes, su grado de organización, méritos de los candidatos, y los contextos históricos, porque simplemente no está a la altura. Únicamente pesa en la balanza al CSJ con su par. ¿Qué tipo de análisis es ese?
No es lo mismo un partido fuerte y territorial como el PRI de México, en los últimos años de oposición, o la colectividad política que llevó a la presidencia a Luis Guillermo Solís, en Costa Rica, que la resaca de los egos descompuestos de donde se (des) nutren los partidos elitistas de Nicaragua. Lo inverosímil es que sus mínimos líderes, sin rubor alguno, se autoproclaman “la mayoría”.
Las firmas encuestadoras desde antes de 2011 documentan una caída en picada de la salud electoral opositora, al punto que el 2014 encontró sus siglas con un 7% de profunda anemia global.
Radiografía
La consultora M&R tomó esta radiografía en julio: el FSLN suma el 58.7% de respaldo, mientras la oposición en su conjunto el 7.1 %: PLC 4.1%; PLI 2.1, otros 0.3%, MRS 0.5% y Partido Conservador 0.1%.
El 61.9% de la población valoró muy positiva la gestión general del gobierno del presidente Daniel Ortega, mientras “el trabajo que realiza la señora Rosario Murillo”, como tituló la firma, contó con el respaldo del 63.1% de la ciudadanía.
Diagnóstico
Si no creen, una segunda, tercera y cuarta valoración, desde el consultorio opositor, confirman el penoso diagnóstico:
El fallecido Emilio Álvarez Montalván después de las elecciones de 2011, arrebatado por la sinceridad y abatido por la realidad, declaró a la AFP: la “oposición es la responsable de su fracaso, debido a los conflictos internos y el fraccionamiento que enfrentan desde las presidenciales de 2006”.
En sus últimos días, aseguró: “La oposición prácticamente no incide en la realidad del país porque está dividida y no tiene fuerza”. (La Prensa). ¡Cómo esperan “incidir” en las urnas!
Los “personajes de la oposición no provocan ningún atractivo, son liderazgos desgastados… pocos creíbles”. Cairo Manuel López (Canal 12, 20 de junio 2014).
“Indicó que la población nicaragüense no cree en los partidos políticos y los liderazgos que hay en estos, a los que llamó colapsados”. José Rizo Castellón (LP junio de 2013).
15 meses después, el doctor Rizo, lejos de dar de alta a la oposición, procedió a la autopsia: “aconsejó a los liberales del Partido Liberal Independiente, PLI, y Liberal Constitucionalista, PLC a crear con inteligencia ´algo nuevo´ en vez de ´rescatar algo que la población percibe como colapsada y muerta´”. (El Nuevo Diario, 18 de septiembre).
Réquiem
En resumen, lo que quisieron decir todos estos señores es:
“Menos mal que la situación del Poder Electoral sigue como está, porque nos permite esconder nuestras miserias políticas, alegando fraudes en cada elección”. Confesión de un dirigente político de derecha al sobrio analista Cairo Amador. (100% Noticias, 24 de junio 2014).