Porfirio Otero (Isla de Ometepe, 1963) canta con pasión desbordante. Sus cuerdas vocales se entremezclan con las de su guitarra para emitir sonidos musicales capaces de cautivar a los oyentes más exigentes.
El cantautor ometepino saborea una taza de café fuerte, enciende su computadora y muestra sus últimos videoclips a Ricardo Alvarado, embajador de Nicaragua en Finlandia.
“Resido actualmente en Finlandia, pero he dejado pedacitos de mi canto y de mi corazón en Ucrania, Suecia, Lituania, Åland. Llegué a Kiev en 1986, en tiempos de la Unión Soviética, ahí conocí a la madre de mis dos primeros hijos, una dama finlandesa. En Suecia conocí a la madre de mi hijo lituano de cinco años”, relata Porfirio al filo del atardecer.
“Llevo en mis venas la pintura y la música, las que van ligadas a los recuerdos de mi Nicaragua, mi Ometepe”, agrega nostálgico el trovador, quien mira meditabundo hacia el cielo, quizás buscando encontrarse con la tierra que lo vio nacer.
Porfirio fundó en 1995 el grupo “Bohemio Latino”, integrado por talentosos músicos británicos, finlandeses y caribeños, como el experimentado bajista Carlos del Puerto, ex miembro de la famosa orquesta cubana Irakere.
La producción del cantautor pinolero es tan prolífica como variada. Sus creaciones se han diseminado con celeridad en países con costas en el mar Báltico, compartiendo escenarios con melodías destacadas del pentagrama latinoamericano.
El último de sus discos, “Corazón”, es el resultado de sus presentaciones el verano pasado en el Vaakahuone Pavilion, restaurante con pista de baile considerado un clásico en Turku, antigua capital de Finlandia. En “Corazón”, al igual que en sus otras grabaciones, el también trompetista y guitarrista nicaragüense ofrece un repertorio de composiciones muy suyas, líricas, profundamente hermosas.
De su obra se ha escrito en Finlandia: “Otero combina los ritmos tradicionales de su tierra natal, Nicaragua, y América Latina con la música europea, una deliciosa mezcla de cumbia, son, bolero, rumba, mambo, la mazurca nicaragüense”.
La magia de las musas darianas se percibe indefectiblemente en las canciones de Porfirio. Son poemas musicalizados que exhortan a sumergirse despierto en un mundo de sueños y anhelos, contemplar la vida en su dimensión más humana y disfrutar de momentos de esparcimiento espiritual. Pero también invitan a bailar a más no poder.
“Rubén Darío me inspira. Nuestra patria es pequeña, pero la sueño inmensa, como realmente lo es, inmensa por la inmensidad de su glorioso pueblo, bendecido por Dios”, exclama el cantor.
La admiración de Porfirio por el Padre del Modernismo no es simple retórica, es genuina y trascendente. “Mi hijo de madre lituana se llama Darío”, comenta el músico ometepino.
“A Nicaragua la llevo las 24 horas en mi alma, en mis canciones, en mis pinturas; los recuerdos de mi país me nutren de felicidad”, asegura Porfirio.
Expresa enfáticamente que cree en la solidaridad, la igualdad, la fraternidad. “En mis tiempos, por ejemplo, no existía la merienda escolar”, afirma el trovador, apurando una segunda taza de café en las postrimerías de una tarde otoñal, antes de tomar el barco que le llevará con su inseparable guitarra a Lituania.
“Le debo mi vida a Nicaragua, tengo una deuda moral y espero honrarla cantando al mundo mis raíces hasta el final de mis días”, puntualizó Porfirio Otero, uno de los pilares artísticos en Finlandia de la jornada “Orgullo de mi país”, impulsada por el Gobierno que preside el Comandante Daniel Ortega Saavedra y la Compañera Rosario Murillo.