El actor Jim Caviezel, tuvo la gran oportunidad de revivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo a través de la película La Pasión de Cristo, que fue un éxito taquillero en 2004.
La película dirigida por Mel Gibson superó pruebas físicas, inconvenientes en el rodaje y hasta sucesos místicos.
La Pasión de Cristo fue un éxito global y el rostro de Jim Caviezel quedó grabado en estampas que adornaban casas e iglesias.
Para Jim Caviezel, la historia de Jesús no era desconocida. Creció en una familia católica donde la religión formaba parte de lo cotidiano.
Una lesión en el pie le impidió su sueño de jugar en la NBA, pero su altura de casi un metro noventa, sus ojos claros y porte envidiable le abrieron las puertas del modelaje y la actuación.
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Despacio pero seguro, transitaba por la ruta del éxito cuando recibió el llamado de Mel Gibson convocándolo para un nuevo proyecto.
Acudió a la cita con la certeza de que lo llamaban para protagonizar una historia de surfers. La propuesta era muy diferente: sería Jesucristo.
Su idea era rodar una película realista y por eso se filmaría en latín, hebreo y arameo, las lenguas de esa época. Caviezel lo escuchó con atención.
La historia se contaría según los textos evangélicos, pero se agregaban las visiones de la beata Ana Emmerick, una religiosa y mística alemana del siglo XIX.
Gibson le advirtió que el personaje sería muy difícil y que de aceptar, podría ser marginado en Hollywood.
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Veinticuatro horas después la respuesta de Jim Caviezel fue: “Creo que tenemos que hacerlo, aunque sea difícil. Y algo más, mis iniciales son J. C. y tengo 33 años. No me había dado cuenta hasta ahora”. Mel respondió con un sincero: “Me estás asustando”.
La película se grabaría en Italia y en invierno. Antes de comenzar el rodaje, el actor tuvo una audiencia con el entonces papa Juan Pablo II, quien lo bendijo.
Lo que comenzó como un interesante desafío se convirtió en un verdadero reto profesional.
Las condiciones de trabajo fueron extremas para el protagonista, pues su maquillaje implicaba ocho horas de tarea. Lo citaban a las dos de la madrugada para lograr terminar a las 10 de la mañana y comenzar a filmar.
La grabación se interrumpía para “retocarlo” y si por mal tiempo se suspendían las tomas, debía dormir maquillado.
Los productos eran especiales y resistentes, solo se quitaban en una ducha larga y furiosa con agua muy caliente. En un momento ni duchas ni demaquillantes fueron eficaces y su piel comenzó a cubrir de ampollas que ante el mínimo roce con ropa o sábanas le provocaban fuertes dolores que le impedían dormir o mínimamente descansar.
Grabar era fatal
Para la toma del camino al calvario cargó una cruz de 70 kilos. El peso era tanto que le dislocó el hombro, situación que quedó registrada para la pantalla.
La crucifixión fue peor
En su afán de realismo, el director lo colgó de la cruz. Durante 15 días permaneció varias horas suspendido en lo alto. En pleno invierno, con temperaturas bajísimas y apenas cubierto con un taparrabos, sufrió ataques de hipotermia, sus músculos temblaban de un modo tan violento que decidieron acercarle tres calentadores que funcionaban bien, pero cuando el viento cesaba le quemaban los pies.
Intentaba comer algo, pero solo tenía náuseas. El frío le congelaba los labios y los asistentes le pasaban paños calientes para que pudiera balbucear alguna palabra.
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En una de las jornadas y con un viento fuertísimo, uno de los soportes de la cruz cedió y magulló aún más su hombro. En otra de las jornadas comenzó una tormenta y sufrió una descarga eléctrica que quemó parte de su pelo aunque sin mayores consecuencias. Para algunos fue un milagro, para otros una cuestión de suerte.
Fue flagelado
Al recrear el flagelo que sufrió Jesús, tuvo otro terrible accidente. Para proteger al protagonista se le colocó sobre la espalda una placa de metal, pero al golpear uno de los actores calculó mal y le desgarró la piel.
“Estaba representando a Jesús, pero me sentía enfurecido como un diablo”, dijo en aquel momento.
Para peor esa toma no sirvió para nada. Al caer doblado de dolor, la placa usada como protector quedó a la vista y hubo que volver a filmar.
El incidente parecía olvidado pero unos días después, otro actor equivocó el golpe y le dio en la espalda lastimada, cuando se acercaron a asistirlo notaron que en su espalda se le había abierto una herida de 30 centímetros.
Lo curaron pero la situación fue tan traumática que al intentar rehacerla, el actor se encogía y giraba la cabeza sin controlar el pánico. Se decidió que los actores soldados usaron solo los mangos de madera; los látigos se tuvieron que añadir en edición digitalmente.
Ante la mitad de los desafíos que enfrentó Caviezel, otro artista habría renunciado o al menos hubiera pedido un equipo de dobles. Pero él tomó su trabajo como una “experiencia espiritual”.