Un día como hoy pero hace 39 años Lady Di se casó con el príncipe Carlos, el soltero más codiciado de la realeza europea.
La pareja se conoció cuando Diana tenía apenas 19 años, gracias a que Carlos era buen amigo de Lady Sarah Spencer, de 21 años, la hermana de la famosa princesa.
En su desesperado intento porque la reina Isabel le cedería el trono Carlos vio en Diana a la mujer perfecta para ocupar el lugar de esposa, a pesar de no pertenecer a la realeza.
Diana era una joven 12 años menor que el príncipe, nunca había tenido novio, había estudiado en Inglaterra y Suiza, y si bien no pertenecía a la realeza una condición que hasta ese momento era indeclinable en las parejas de la corona británica, provenía de una tradicional familia aristocrática.
Apenas la conoció, Carlos sintió que había encontrado a la futura princesa indicada para su “plan perfecto”: casarse con una joven intachable y convertirse en rey.
Pero había omitido un detalle fundamental, mantenía una relación apasionada con Camila Parker Bowles, una mujer casada, mayor que él y a quien no podía llevar al altar, aunque ella se divorciara.
El amor imposible al que Carlos se negó a renunciar, sería tiempo después la peor pesadilla de Diana.
Los comienzos de la relación entre Carlos y Diana no fueron fáciles, ya que ella no mostraba interés en él. Pero la perseverancia del príncipe terminó ganando.
Al cabo de solo 12 encuentros, la pareja anunció su precipitado compromiso. Ella, con apenas 20 años. Él, con 33. La noticia repentina sorprendió a los británicos, incluso, a la Familia Real.
La boda real que acaparó la atención del mundo entero, se realizó el 29 de julio de 1981 en la Catedral de Saint Paul, en Londres.
La ceremonia fue seguida a través de los medios de comunicación por más de 750 millones de personas.
Cientos se reunieron en las calles por donde pasarían los novios, para poder verlos aunque fuera de largo.
De la noche a la mañana, Diana pasó de ser una joven tímida y totalmente desconocida, a convertirse en la princesa más querida del mundo.
A lo largo de su vida como princesa de Gales, desarrolló sus obligaciones reales de un modo impecable y representó como nadie a la reina Isabel en sus viajes internacionales.
Su gran labor humanitaria para ayudar a los más desfavorecidos, su compromiso con los niños y su inquebrantable apoyo a la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Anti-persona la convirtieron en la princesa más amada.
Su carisma y su estilo jamás pasaron desapercibidos: se convirtió en un ícono popular mundial, no solo por su costado solidario, sino también, por sus looks y su impecable melena corta y dorada.
En sus viajes a muchos países, todos querían acercársele, tomarse una fotografía, tocar su mano, abrazarla, besarla; a lo que Diana nunca se negó, sino por el contrario disfrutaba como nadie esa cercanía con la gente.
Dejando a un lado las costumbres de la casa real, Diana envió a sus hijos William y Harry a escuelas públicas, asistieron a parques de diversiones o plazas, comieron en restaurantes de comida rápida y saludaron a todas las personas que se les acercaban, tal como Lady Di acostumbraba.
Lo que pocos sabían es que Diana vivía un verdadero infierno al lado de su marido. Cansada de las infidelidades de Carlos con Camila, un día de 1995 la Princesa decidió romper el silencio y brindar una entrevista a la BBC.
En 1992, el matrimonio se había separado de hecho y desde entonces Carlos dio rienda suelta al adulterio con Camilla y comenzó a mostrarse en público con ella.
En sus declaraciones Diana habló del romance de su marido y su amante, habló del acoso por parte de la prensa, de los trastornos alimenticios que sufrió y las autolesiones a las que se sometió en su intento por huir de tanto sufrimiento.
Al año de la entrevista, el 28 de agosto de 1996, Diana y Carlos se divorciaron.
A partir de ese momento, la vida de Diana se volvió aún más solidaria y enfocada a las causas benéficas.
Presidió decenas de fundaciones, ayudó a los niños de África, mantuvo encuentros con personalidades como Nelson Mandela y la Madre Teresa de Calcuta, se ocupó de los enfermos de lepra, de HIV, de adictos a las drogas, de ancianos desamparados.
En un infinito acto de amor y a pesar de que podría haber vivido una envidiable vida de lujos, dedicó su vida a seguir ayudando, dejando de lado la frivolidad y la indiferencia ante quienes sufren.
El 31 de agosto de 1997 Diana se alistaba para salir en una habitación del hotel Ritz de París, donde se alojaba con el empresario Dodi Al-Fayed, hijo del dueño de ese hotel y de la tienda Harrod’s.
Después de cenar, Diana subió al Mercedes Benz de Dodi, en un viaje que no tendría retorno para ambos. Tampoco, para el chofer, Henri Paul, quien quiso eludir a un paparazzi que quería retratar a la pareja, persiguiéndolos ferozmente a bordo de una moto.
La tragedia se desató en un instante en el famoso Puente del Alma, donde Diana, Dodi y el chofer perdieron la vida. El único sobreviviente fue el guardaespaldas, que se había abrochado el cinturón de seguridad.