El ex director del FBI, James Comey, creyó que su despido era una broma luego de enterarse a través de la televisión de que el presidente de los Estados Unidos lo había removido del cargo.
El funcionario se encontraba en Los Ángeles disertando frente a empleados del Buró Federal de Inteligencia cuando se supo la noticia de su despido por un televisor encendido en el fondo de la habitación que mostró la noticia, según reportó el New York Times.
Su primera reacción fue lanzar una risa y decir ante el público que era una «broma bastante divertida».
Pero entonces sus colaboradores comenzaron a susurrar y uno de ellos le pidió a Comey que lo acompañara a una oficina cercana.
Con calma, Comey se disculpó ante su público y estrechó las manos de los oyentes antes de retirarse a una habitación cerrada en la que pudo confirmar que había sido despedido. Hasta ese momento nadie de la Casa Blanca se había comunicado con él.
A las pocas horas supo que el gobierno había enviado una carta firmada por Trump al cuartel general del FBI, en Washington.
En castellano, la carta de despido dice:
Querido director Comey:
He recibido las cartas adjuntas del secretario de Justicia y del subsecretario de Justicia de Estados Unidos recomendando su despido como director de la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés). He aceptado su recomendación y por la presente usted termina y es retirado del cargo, con efecto inmediato.
Aunque aprecio enormemente que usted me haya informado en tres ocasiones diferentes que no estoy bajo ninguna investigación, coincido con el juicio del Departamento de Justicia de que usted no está en capacidad de liderar efectivamente la Oficina.
Es esencial que para el FBI encontremos un nuevo liderazgo que restaure la confianza y seguridad pública en su misión vital de aplicar la ley.
Le deseo la mejor de las suertes en sus esfuerzos futuros.
Donald J. Trump».
Esa fue toda la comunicación oficial que recibió Comey, quien había comenzado su día hablando con agentes de policía en Florida para luego dirigirse a empleados del Buró en Los Ángeles, separado por unos 3686 kilómetros de la misiva que le envió el presidente.