Seguramente, siempre fue el clásico payaso, hasta que su hermano Scott le propuso actuar como monologuista sobre el escenario de un club de Boston. Esa fue la primera vez que Adam Sandler se puso profesionalmente ante los focos con el objetivo de hacer reír. Este maestro de la comedia cumple 50 años.
Tras su debut en el cine con Los caraconos, a lo largo de los 90 y la primera década del nuevo milenio Sandler se ganó al público principalmente interpretando papeles de joven torpe pero bonachón.
Nacido en Brooklyn e hijo de un ingeniero, era el goofy guy, un niño grande que pese a sus tonterías en la gran pantalla, o precisamente gracias a ellas, consiguió hacerse un nombre en Hollywood.
Aunque durante sus actuaciones en programas de televisión y emisiones nocturnas no sólo contaba chistes, sino que también cantaba y componía, para muchos críticos no era más que un rubio al que no había que tomarse en serio.
Sin embargo, gracias a comedias románticas como Punch-Drunk Love (2002), Anger Management (2003) junto con Jack Nicholson o Reign Over Me (2007), sobre los atentados del 11-S, demostró que en su repertorio había mucho más que un puñado de gags.
Sandler debe su carrera al humor, y parece que así seguirá.
En 2017 estrenó Yeh Din Ka Kissa y actualmente está trabajando en un filme del canal de streaming Netflix en el que da vida a un manager del mundo del espectáculo en Los Ángeles.
Que algunas de sus películas le merecieran un razzie o anti-Oscar a lo peor de la cosecha cinematográfica del año no parece detener a este actor, guionista y productor. «No empecé a hacer cine para gustar a los críticos. Empecé para hacer reir a la gente y pasarlo bien con mis amigos», dijo en una entrevista en 2013.