Una de las actitudes más valorables en una persona es reconocer los errores e intentar redimirse de ellos de la mejor manera posible. Muchas veces a uno le lleva tiempo darse cuenta de sus fallas en la vida, pero si existe la voluntad para retomar el camino correcto, hay un alto grado de posibilidades que puedas salir a flote.
Y eso es lo que hizo Jefferson, el arquero titular de Brasil en la Copa América. El futbolista del Botafogo ha confesado su oscuro pasado de delincuente, y su testimonio recorre todo el mundo.
«Yo tenía un amigo que prácticamente era mi hermano. Cuando íbamos juntos robábamos en supermercados y entrábamos en casas ajenas. Pero entonces Cristian (como se llamaba su amigo) ya consumía drogas y me mostró la cocaína, cosa que yo no conocía», explicó uno de los 23 convocados para defender al «Scratch» en tierras chilenas, en un gran reportaje para ESPN. Pero su testimonio no culminó ahí: «Pensé que él era mi amigo, pero era momento de hacer mi camino. Desde entonces he tomado las decisiones correctas en mi vida».
El nacido hace 32 años en San Vicente, San Pablo, se erige como el gran sucesor de Julio César en el arco de la Verdeamarelha por sus buenas actuaciones con su club. Sin embargo, estas buenas actitudes exhiben que además de tener talento para estar bajo los tres palos, es una persona recuperada y totalmente profesional al día de hoy.
“Todos merecen una segunda oportunidad. La gente debe ir directamente a la raíz del problema. En estos días, por desgracia, vemos a niños de 12 años cometiendo crímenes”, adhirió Jefferson de Oliveira, quien también estuvo en la nómina brasileña para el Mundial 2014.
Tras alejarse de las malas influencias y el mundo del vandalismo, Jefferson fue artista en un circo. Además de afirmar que su etapa de equilibrista lo ayudó mucho en tiempos difíciles, esa condición le aportó mayor fuerza, elasticidad y agilidad, atributos que seguramente han decidido a Dunga para llevarlo a la Copa América y darle la linda posibilidad de estar en el once inicial para el primer encuentro del certamen.
“Nunca llegué a hacer malabares. Pero elegí pasar más tiempo en el circo para escapar de los problemas de la calle, de la delincuencia y de todo lo malo. Aunque solo ganaba 16 dólares al mes, ese sacrificio valió la pena”, declaró al sitio OGlobo.com.