La cordillera de los Andes es uno de los mejores análogos ambientales de Marte en la Tierra y, por lo mismo, la NASA suele buscar allí sitios para probar los rovers que serán enviados a ese planeta.
En eso estaba un equipo de la astrobióloga Nathalie Cabrol, en el verano de 2003-2004, cuando al medir la radiación en el volcán Licancabur, en Bolivia (cerca del límite con Chile), detectó el índice más alto medido en el mundo: 43,3 UV casi cuatro veces superior al nivel considerado extremo (11).
Aunque la medición fue hecha el 29 de diciembre de 2003, el estudio que la validó fue publicado el martes, en la revista especializada Frontiers in Environmental Science.
Cabrol, experta del Instituto Seti Carl Sagan de la Nasa, cuenta que querían estudiar lagos de gran altitud, con hábitats que podrían presentar analogías con el Marte primitivo, para entender sus condiciones ambientales y cómo la vida se estaría adaptando a ellas.
Sabían que el lugar presentaría alta radiación, por altitud y latitud, y porque en los años 90 uno de los científicos ya había mostrado que la radiación UV era alta. Pero no esperaban ese nivel.
“Creo que lo que observamos fue una combinación de eventos ambientales. De muchas maneras, fue la ‘tormenta perfecta’, con alta inestabilidad atmosférica, ozono mínimo estacional, un montón de incendios en el Amazonas y, posiblemente, el papel de una gran tormenta solar”, explicó.
A ese nivel de radiación, la alta exposición afecta negativamente a todos los seres vivos del planeta, daña el ADN, afecta la fotosíntesis y disminuye la viabilidad de huevos y larvas. El problema es que estos niveles no se han detectado en la Antártica, donde la capa de ozono es más delgada, sino en el trópico, aunque a gran altura, a una latitud donde existen zonas pobladas.