El papa Francisco, en su visita a Latinoamérica, proclamó asumir “la palabra de Dios” que nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea, es decir “vivir la alegría del Evangelio” que “llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.
Palabras mayores, mas no todo el que viaja con un crucifijo se ha encontrado con Jesús ni los cargos en una jerarquía lo acercan a ese nivel de entrega para ser un solvente peregrino de las Buenas Nuevas. También hay “profetas” de las malas viejas.
Francisco, sin dudas, es, en estos tiempos, la última renovación de una Iglesia que había dado la espalda al subcontinente.
Incluso, lapidado con el silencio y la censura, a grandes profetas de la vida. Viajó al subcontinente que se distinguió por valiosos héroes de la fe: desde el legendario obispo de Olinda y Recife, Hélder Cámara, hasta los mártires Rutilio Grande, el beato monseñor Arnulfo Romero, pasando por Camilo Torres y Gaspar García Laviana.
También teólogos y sacerdotes que encarnaron la Teología de la Liberación: Pedro Casaldáliga, Frei Betto, Leonardo Boff, Miguel D’Escoto, entre otros insignes adelantados de la Iglesia Católica.
No es Francisco cualquier Papa ni regresó a una región cualquiera. Hay historia y esa misma es la que lo empuja a reabrir las puertas y las ventanas que una vez abriera el grande Juan XXIII, cuya muerte impidió concluir lo que el argentino trata de avivar en medio de la oposición declarada de algunos en su misma casa.
Aire fresco o el asfixiante de las habitaciones clausuradas a la renovación: “Nuestra revolución es evangelizar, donarse y dar testimonio de Jesús”, sostiene el Papa.
“Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito”.
Pero así, con esos avanzados de la liberación del Continente, y esa Fe Revolucionaria proclamada en Quito por el Obispo de Roma, quedan rescoldos de la vieja guardia que desafinan en esta nueva sinfonía de la historia eclesial y hacen todo el ruido posible para impedir la armonía de la Iglesia con su mejor derrotero. Son los atrasados que bendicen como “voluntad de Dios” el triste papel asignado por las metrópolis a los condenados países de la periferia.
Falsos profetas
El diario “La Jornada”, de México, en un editorial encuadró: “Debe señalarse que las nuevas posturas impulsadas por Francisco tienen como telón de fondo los profundos cambios vividos por muchos países de la región con el surgimiento en ella de proyectos políticos que –con todo y sus diferencias, contradicciones, dificultades y retrocesos– rompieron la lógica de sometimiento a los dictados de Washington y de los grandes capitales trasnacionales y emprendieron ejercicios de gobierno con sentido social, recuperación de la soberanía y acciones concretas de integración regional”.
El Papa, antes de partir a Sudamérica, se reunió con fieles de la renovación carismática. Franco, expuso lo que existe en su Iglesia. Habló de algunos que “guían” y a quienes “el demonio les lleva a querer ser los que mandan, aquellos que están en el centro y así, paso a paso, caen en el autoritarismo, en el personalismo y no dejan vivir a las comunidades renovadas en el Espíritu”.
Son esos guías que caen en la tentación de “creerse indispensables”, lo cual “hace también caer en la vanidad”. Y “hay mucha gente que hace sufrir a una comunidad por su causa, e impiden hacer el bien, y se convierten en una organización como si fuese una ONG”.
“¿Cuántos líderes se convierten en pavorreales?”, preguntó Francisco (ACI/EWTN).
Mientras el máximo jefe del catolicismo iza la bandera del diálogo y llama a los laicos a ser artesanos de la paz, el sistemático apóstol de la frustrada “unidad liberal” entre Arnoldo Alemán y Eduardo Montealegre, señor Abelardo Mata, se colocó en la esquina opuesta. En un foro político de derecha, en Miami, levantó una gran cantidad de falsos testimonios sobre la realidad de Nicaragua, al punto de que el diario “La Prensa” tituló “Mata advierte sobre violencia”.
Luego de repetir el repertorio de la minoría conservadora, a la acumulación de mentiras, le siguió esta falacia mayúscula que el diario publicó: “La violencia y la represión que vive Nicaragua ya está ocasionado muertos, heridos, presos políticos y exiliados”. Expresión que la misma publicación debió suprimir al día siguiente por lo exagerado y demencial del engaño.
Sin embargo, la labor de un eficiente pastor no consiste en acuñar patrañas, porque sabido es que el “padre de la mentira” es el mismo Satanás.
Las calidades del buen pastor las definió el propio Papa. Juzgue usted:
“Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo sendas del diálogo y no levantando nuevos muros. Dialogar, encontrarnos para instaurar en el mundo la cultura del diálogo, la cultura del encuentro” (Conferencia de la paz, Roma 2013).
Nicaragua no es el paraíso, pero tampoco el infierno que pintan los odios incurables.
**Edwin Sánchez