El 21 de febrero del año 2017 fue uno de los días más tristes de la historia reciente de Nicaragua.
Esa fecha, una mujer que tenía problemas emocionales fue quemada en la hoguera y dejada en manos de la muerte por un grupo de fanáticos religiosos quienes estaban seguros de que el demonio la había poseído.
Los sucesos ocurrieron en la comunidad de El Cortezal, en el municipio de Rosita, en el Caribe Norte de Nicaragua, hasta donde medios periodísticos internacionales como la BBC de Londres enviaron reporteros para constatar la quema de Vilma Trujillo García, de 25 años, durante un ritual de “exorcismo”.
La noticia fue reproducida por diarios como El País y El Espectador, y retomada por las páginas digitales de Ecuavisa, Debate, Cimax Noticias, CNN en español y Latam, entre decenas de medios que publicaron todos los detalles del crimen que afectó a una mujer, varias familias, la comunidad y un pueblo entero.
Vilma Trujillo era una humilde joven que los domingos se dedicaba a elaborar cajetas de coco, queso fresco y pan para venderlos entre los habitantes de su comunidad. Tenía dos hijos de distintos padres.
Aunque su familia era católica, la reciente muerte de su madre, la hizo refugiarse en la religión evangélica junto a otra pariente, y un día de tantos, la muchacha empezó a tener alucinaciones y a hablar sola.
“Voy a parir una serpiente”
Varios familiares indicaron que Vilma decía que “el demonio la estaba perturbando, que estaba embarazada, pero que no iba a tener un bebé, sino una serpiente. Lloraba, se arrodillaba y mencionaba al Diablo”.
Al ver lo que sucedía, los familiares quisieron buscar ayuda, pero el médico más cercano estaba a casi un día de camino, por lo cual optaron buscar al joven pastor de la iglesia Visión Celestial, Juan Gregorio Rocha, de 23 años, quien les afirmó que él podría ayudarle.
Fue de esa manera que el día 15 de febrero, Juan Gregorio y otros familiares llevaron a Vilma por un trayecto lodoso hasta la iglesia ubicada en la parte solitaria de una colina a una hora de camino.
En ese lugar, la tuvieron encerrada durante seis días, sin darle agua ni alimentos, mientras los miembros de la iglesia oraban por ella. Cuando sus familiares trataron de visitarla, les dijeron que aún “no estaba curada» y se les impidió verla.
Aunque Vilma llegó hasta ahí voluntariamente, el hambre y la sed la desesperaron y trató de huir armada con un machete que encontró dentro del templo, pero los miembros de la congregación la atraparon y desarmaron.
“Hay que expulsar con fuego al demonio”
La noche del 20 de febrero, Esneyda del Socorro Orozco, una de los miembros de la iglesia afirmó que Dios le había revelado que los demonios que tenían poseída a Vilma debían de ser expulsados con fuego.
Entonces, Juan Rocha y una docena de seguidores, empezaron a construir una hoguera y otros fueron a buscar más leña, hasta el extremo de sacar a Vilma en la mañana del 21 y atarla a un árbol muy cerca de las llamas, mientras ella gritaba «¡Me voy a morir!».
Una joven pariente que fue testigo del cruel hecho, afirmó que ella escuchó cómo varias personas exclamaban que pronto Vilma iba a resucitar libre de todo tormento, mientras la víctima tomaba fuego.
En ese momento, la familiar empezó a correr, subiendo y bajando lomas, para pedir auxilio, hasta que llegó sin aliento y casi sin poder hablar, a la casa de sus parientes en donde solo alcanzó a decir: «La quemaron».
El grupo de rescate que encabezaba el padre de Vilma, don Catalino Trujillo López, llegó al lugar a mediodía del día siguiente, cuando las últimas llamas todavía ardían.
El adolorido padre encontró a su hija desnuda, con quemaduras en el 80% de su cuerpo, y apenas consciente, ella le pidió agua.
Varios sobrinos le ayudaron a don Catalino a llevar a la joven a una casa y luego juntó a varios parientes improvisaron una camilla con dos palos y una hamaca, en la cual la cargaron durante 12 horas por montes, ríos y en caminos lodosos.
Muere tras intensa agonía
Cuando finalmente llegaron a Rosita, los doctores dijeron que las heridas eran demasiado graves y la trasladaron en avión hasta Managua, donde los médicos de un hospital comprobaron que ya no había mucho que hacer, y murió tras una intensa agonía el día 28 de febrero.
En cuanto se supo lo ocurrido, numerosos medios nacionales y extranjeros se trasladaron a Rosita, Triángulo Minero, en donde lograron entrevistar al pastor Juan Rocha, quien alegó que ellos no la quemaron sino que “cuando íbamos a orar, ella se suspendió en espíritu y cayó en el fuego».
Franklin Jarquín, otro miembro de la iglesia expresó que «Vilma falló ante Dios, porque ella tenía un compañero de vida y cometió un error con otro hombre».
Cuando el caso llegó a juicio en Managua, los asistentes afirmaron que no haber visto evidencia de remordimientos por parte de los acusados, todos veinteañeros.
La cobertura del caso fue intensa, con actualizaciones constantes en las portadas de los periódicos, los noticieros de la noche y las conferencias policiales fueron transmitidas en vivo por Facebook.
Tanto el pastor Juan Rocha como su hermano, Pedro José, su hermana, Tomasa Rocha, y el esposo de esta, Franklin Jarquín, fueron acusados por secuestro y asesinato.
Los mismos cargos también se formularon en contra de Esneyda del Socorro Orozco Téllez, quien dijo que Dios le había revelado que el Demonio debía ser sacado con fuego.
Condena máxima para implicados
El 9 de mayo del 2017, los cinco acusados fueron condenados a penas que van de los 30 a los 36 años de cárcel, por el Juez Quinto del Distrito Penal de Juicio de Managua, Alfredo Silva Chamorro, quien además los señaló de haber actuado «con alevosía, saña y abuso de confianza».
Luego de los hechos, el compañero de Vilma, quien andaba viajando cuando la quemaron, se fue a vivir a otra parte, llevándose a la hija de dos años de ambos.
El primer hijo de Vilma -producto de otra relación- se trasladó a vivir con un hermano de esta, mientras que el pastor Juan Rocha y sus hermanos dejaron a sus 10 hijos al cuidado de sus padres.
Por su seguridad, una de las testigos del caso quien fue amenazada de muerte por familiares de los condenados, se fue a vivir a una comunidad ubicada a más de 100 kilómetros de distancia, de donde es originaria su familia y donde Vilma está enterrada.
Casi tres años después, donde estuvo la hoguera que quemó a Vilma ahora crece abundante hierba, y en la memoria de los pobladores solo queda el recuerdo de uno de los crímenes más atroces que estremecieron Nicaragua.