Una de las cosas que más me impactaron del hermano país de Nicaragua, fue la fraternidad en la que fui recibido en el Aeropuerto Internacional César Augusto Sandino, por la ministra de la Juventud y por la representación juvenil de la diplomacia de la cancillería y con el acierto de hacerme sentir no solamente feliz y dimensionado como un periodismo de alzada mundial, sino de hacer un repliegue sobre mi Visión de la gran historia que a México y Nicaragua nos hermana de por lo menos hace 3000 años.
Durante 13 días estuve en territorio nicaragüense y siendo testigo de las celebraciones que el gobierno y el pueblo festejaron el 44 aniversario del triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional y la huida penosa y azarosa del dictador Anastasio Somoza Debayle y con el gran bagaje insurreccional de amplios sectores que el anciano régimen había provocado y la sana distancia del presidente estadounidense Jimi Carter, la política solidaria del presidente José Figueres de Costa Rica, la presencia económica y estratégica del presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, la moral implacable del general Omar Torrijos desde Panamá, así como la diplomacia mexicana bajo el gobierno de José López Portillo.
Los primeros días fue conocer una afluencia de personajes de todas las latitudes del mundo y sobre todo un amplio contacto con mis amigos nicaragüenses ingenieros que durante la época de estudios en la universidad Patrice Lumumba de la entonces Unión soviética, hizo que las crónicas recogidas fuesen cada vez más tupidas, tratando de no ser solamente necesario o suficiente para entender la composición y el programa de gobierno revolucionario que durante las últimas décadas ha dado un pluralismo político y una economía mixta de no alineamiento, pero sí con una conducción que impacta generosamente en millones de nicaragüenses en un país totalmente Tropical y lleno de volcanes y de lagos.
Nicaragua tiene que ver con la construcción de amistades de muy antaño, como lo fue haber hecho una columna en este periódico acerca del fotógrafo mexicano Adrián Carrasco Zaníni Molina y su experiencia en Cuba Desde niño y- una amistad con él desde 1975- también como fotógrafo personal y camarógrafo del presidente Daniel Ortega, recién triunfada la insurrección en 1979 y Adrián se refugió tiempo después en Estados Unidos y en Cuernavaca, en el Estado de Morelos y en aras de ayudar a un amigo en común, a José Antonio herrero del Rello, entre ese trance, pude hacer una crónica apropiada acerca de este personaje que de inmediato fue requerido por la vicepresidenta de Nicaragua Rosario Murillo, por lo cual el embajador nicaragüense Juan Carlos Gutiérrez Madrigal me pidió contactar con Carrasco y así lo hice y él inmediatamente acudió a ese país hacerse cargo de la Cinemateca Nacional de Managua y a dar clases del nuevo cine documental latinoamericano.
A principios de julio de 2023, el mismo Adrián Carrasco me informó que si yo quería asistir junto a otro periodista mexicano, a la ciudad de Managua para presenciar la magnitud de esta gran celebración, que insisto fue para mí obtener una experiencia de la izquierda revolucionaria y de un gobierno que a toda costa ha tenido el argumento básico de defender a una Revolución ante el acoso imperial y es así, que hice contacto con múltiples cónsules y Embajadores de diversas partes del mundo, y lo más significativo fue que en mi ruta hacia Colombia a buscar a mi maestro Juan Pérez Herrera, encontré en Managua a un gran colombiano que fue de mucha utilidad y lograr mi restauración en la salud después de acudir a las frías selvas colombianas de Boyacá, 7 horas tierra dentro de la capital bogotana.
Hoy nuevamente tengo la oportunidad en este mes de julio de poder acudir a presenciar un aniversario icónico, pues como numerólogo, el número 45, Es el reflejo de un cambio de exitosa estrategia para ese pueblo, al que los mexicanos amamos y respetamos y lo traemos siempre en lo más sagrado de nuestra estima y nuestro querer.
Luego acudí por carreteras llenas de millones de árboles frondosos al país hermano de Costa Rica en la cual estuve 9 días, de ahí volé a Panamá a tan solo 50 minutos, lo que evité tardarme por tierra casi 20 horas, más adelante ingresé a Colombia con el objetivo primordial de encontrarme con Juan Pérez Herrera y su esposa la etnobióloga Constanza La Rotta, que me esperaban desde hacía más de 30 años. En todos esos países hice muchas entrevistas, crónicas, videos, fotos, poemas, reportajes, acopio de documentos, periódicos, revistas y libros. Paulatinamente iba dejando mi ropa para agilizar el peso.
Luego tuve un desvarío epigonal en la frontera con Venezuela, que después relataré.