En un hallazgo sin precedentes, un equipo de científicos del Instituto Broad en Boston identificó una ruta bioquímica que podría contribuir al desarrollo de la esquizofrenia al alterar las conexiones entre las células cerebrales.
Este descubrimiento, publicado en la prestigiosa revista Nature, arroja luz sobre los mecanismos subyacentes de esta enigmática enfermedad mental y abre nuevas perspectivas para el desarrollo de terapias más efectivas.
El estudio, liderado por el Dr. Steven A. McCarroll, director de Genética del Centro Stanley para las Investigaciones Psiquiátricas del Instituto Broad, se centró en una proteína llamada complemento del componente 4, o C4.
Mediante un complejo análisis genético de más de 65,000 personas, combinado con experimentos en ratones y el estudio postmortem de muestras cerebrales, los investigadores establecieron una relación entre la esquizofrenia y los niveles de esta proteína.
Los científicos creen que la proteína C4 desempeña un papel crucial en la señalización de qué conexiones entre neuronas deben ser «podadas» o eliminadas durante el desarrollo del cerebro después de la infancia.
Este proceso, conocido como poda sináptica, es esencial para esculpir un cerebro eficiente y funcional. Sin embargo, los investigadores sospechan que niveles excesivos de C4 podrían llevar a una poda excesiva, contribuyendo así a la aparición de los síntomas de la esquizofrenia.
«Esto sugiere un posible modelo para la esquizofrenia capaz de averiguar el significado de una serie de observaciones sobre la enfermedad que hasta ahora no parecían guardar relación entre sí», afirma el Dr. McCarroll.
El estudio proporciona un marco unificador para comprender por qué la esquizofrenia suele manifestarse a finales de la adolescencia o principios de la edad adulta, sumergiendo a individuos previamente de alto rendimiento en la psicosis y dejándolos con déficits cognitivos devastadores.
El profesor Tyrone Cannon, experto en esquizofrenia de la Universidad de Yale, calificó el trabajo como «un gran avance» por su capacidad para relacionar los complejos hallazgos genéticos con los problemas neuronales subyacentes de la enfermedad.
El estudio comenzó hace cuatro años, inspirado por trabajos previos que comparaban las diferencias genéticas entre pacientes con esquizofrenia y personas sanas.
Después de descartar explicaciones convencionales, el estudiante de posgrado Aswin Sekar identificó un patrón: muchas variaciones genéticas parecían afectar la cantidad de proteína C4 en las sinapsis cerebrales, y cuanto más C4 había, mayor era el riesgo de desarrollar esquizofrenia.
Ciertas versiones del gen C4 parecen aumentar entre un 27% y un 50% el riesgo de que una persona desarrolle la enfermedad.
El papel biológico de la proteína C4 en el cerebro se hizo evidente gracias al trabajo pionero de la Dra. Beth Stevens del Hospital Infantil de Boston.
Stevens descubrió que la cascada del complemento, un proceso por el cual el sistema inmunológico marca células para su eliminación, también participa en el desarrollo cerebral temprano.
Específicamente, ayuda a podar las sinapsis innecesarias, atrayendo células cerebrales llamadas microglía para que las eliminen.
La colaboración entre los equipos de McCarroll y Stevens demostró que la proteína C4 también está involucrada en la poda sináptica en los cerebros de ratones en desarrollo.
Su teoría es que niveles excesivos de C4 podrían llevar a una poda y pérdida de tejido cerebral excesivas, coincidiendo con el empeoramiento de los síntomas de la esquizofrenia.
El Dr. Steven E. Hyman, ex director de los Institutos Nacionales de Salud Mental de Estados Unidos, calificó el trabajo como «histórico» y destacó su potencial para sugerir nuevas vías terapéuticas.
Actualmente, la esquizofrenia se trata con medicamentos antipsicóticos que ayudan a reducir las alucinaciones, pero no abordan adecuadamente otros síntomas como la toma de decisiones inadecuada y los problemas de memoria.