El deseo sexual es una reacción compleja en la que intervienen factores psicológicos, culturales y por supuesto fisiológicos, de ahí la incidencia de los cambios estacionales en el sexo.
Según estudios, se afirma que a pesar de que el sexo tiene menor protagonismo en el invierno, es sin embargo la época del año más adecuada para establecer relaciones monógamas duraderas.
Mientras que en la primavera la sangre se altera, cuando se retoman las relaciones sexuales después del invierno, la temperatura se sube, los días se hacen más largos y el destape parecen hacernos florecer a todos, según sexólogos es la mejor etapa para hacer el amor.
En el verano vamos más ligeritos de ropa y aumenta la estimulación fisiológica, la vitamina D y las hormonas en nuestro cuerpo, otro beneficio al tener sexo en el verano es reducir el estrés ya que la mayoría de nosotros disfrutamos de periodos vacacionales más o menos largos que nos permiten olvidarnos de nuestras preocupaciones diarias, esto hace disfrutar más de las relaciones sexuales.
En el otoño, con la caída de las temperaturas, llega además la reincorporación a la rutina, es decir, el síndrome postvacacional, es uno de los cambios más duros del año y a muchos les afecta a su vida sexual.