Primer intento: 1882
El primer Canal de Nicaragua al mundo, Rubén Darío, cuando el idioma castellano realmente era Estrecho y Dudoso, trató de ser obstaculizado. Era un Canal que debía terminar de ser construido y ampliado también con el aporte de la cultura europea.
El poeta que había deslumbrado demasiado temprano a los intelectuales, contó con el apoyo de personalidades liberales como el historiador José Dolores Gámez. Los nicaragüenses que deseaban el avance del país, querían ver al muchacho de Metapa instalado en las universidades del Viejo Continente.
Como corresponde a su ADN histórico, un Chamorro cortó la legítima y sana aspiración del precoz liróforo, pese a haber contado con el dictamen favorable de los diputados y senadores progresistas.
Pedro Joaquín Chamorro, presidente del Congreso Nacional (1882), al escucharle un poema, y sabiendo que ni remotamente pertenecía a su casta social, “democráticamente” echó a la basura el proyecto de decreto que decía:
“La Cámara de diputados y la del Senado de la República de Nicaragua, decretan: Se faculta al Gobierno para enviar a España, por cuenta de la nación, al inteligente joven Rubén Darío, a fin de que obtenga una educación que corresponda a las elevadas dotes intelectuales que ya revela”. (La dramática vida de Rubén Darío, Edelberto Torres, p 62)
“Iluminado”, como se han creído siempre, el jefe parlamentario modificó la noble propuesta de los congresistas liberales, para mandarlo más bien a Granada. Su fanático celo católico se confundía con su colonial convicción oligárquica.
Por supuesto que Rubén no le hizo caso a Chamorro, a quien la historia lo identifica como el primer Presidente (1875-1879) que “utilizó la influencia de su cargo para enriquecerse, comprando legalmente –a través de una compañía constituida con su amigo Joaquín Zavala– los bonos del tesoro a precio de mercado, bastante inferiores a los nominales”. (Gobernantes de Nicaragua 1821-1979, Aldo Díaz, (2002) p 76)
A la edad de 15 años, el Gran Canal Dariano tendría que hacerse literalmente a la Buena de Dios. Años después, por allí surcaría la agotada Lengua Castellana para resurgir enriquecida, grandiosa y espléndida. Y ni la poesía ni la prosa volverían a ser las mismas.
¡Qué manera de rebelarse contra ese chamorrismo atávico del que algunos se vuelven sus abanderados, sin importarles taponear el desarrollo de la patria!
Segundo intento: 1913
Los Chamorro que dirigieron el atraso nacional se opusieron al Canal Interoceánico de Nicaragua. Para eso nacieron. Es su marca en la historia, de tal manera que no sería raro que la tradición familiar continuara en algunos.
Quienes han contado con una visión de auténticos patriotas, capaces de embarcarse en un proyecto popular, el mismo Clan trata de aplastarlo, sacarlo del juego. Así sucedió con el recordado ingeniero Xavier Chamorro Cardenal, un honorable nicaragüense que constituyó una valiente excepción de la regla, y seguramente habrá otros como él.
En el triste cuadro del por qué la nación perdió el impulso de ponerse al día con el nuevo siglo, sea el XIX y el XX, está la heráldica conservadora. Pero esa atadura mental y espiritual, con repercusiones económicas, debe ser rota en el siglo XXI.
Carlos Fonseca, el fundador del Frente Sandinista es quien catalogó a los Chamorro, “uno de los clanes oligárquicos que dominaron el siglo XIX”. Un largo siglo del que aún no logra salir del todo la nación.
Carlos anota que Diego Manuel Chamorro, en 1912, desesperado ante el levantamiento del general Luis Mena, dirige una urgente solicitud a Washington, que constituye un monumento al entreguismo: “Mi gobierno desea que el gobierno de Estados Unidos garantice con sus propias fuerzas, la seguridad y la prosperidad de los ciudadanos norteamericanos en Nicaragua y haga extensiva la protección a todos los habitantes de la república”.
El 8 de febrero de 1913, poco antes que el presidente William Howard Taft entregara la presidencia de los Estados Unidos a su sucesor, se firmó el Tratado ad-referendum Chamorro – Weitzel, entre el ministro de Relaciones Exteriores Diego Manuel Chamorro Bolaños y el Ministro norteamericano en Managua, George T. Weitzel.
Carlos Fonseca escribió: “Tibia aún la sangre de los caídos (Benjamín Zeledón y sus combatientes en La Barranca, 4 octubre de 1912), el imperio pretende imponer el tratado Chamorro-Weitzel…”. (Carlos Fonseca, Obra Fundamental, p 34).
El espíritu del instrumento jurídico firmado en el más absoluto de los secretos, era, paradójicamente todo lo contrario a la letra de su contenido: evitar la construcción del Canal por Nicaragua, cuando apenas faltaba un año para la conclusión de las obras del interoceánico en Panamá.
Además, ponía en el tapete “la cuestión del protectorado”, lo cual fue rechazado por el Congreso de los Estados Unidos. (Apuntes de Historia de Nicaragua, Tomo I, UNAN, p 62)
El presidente Woodrow Wilson “heredó” la encomienda de un país invadido, que al menos en el discurso del mandatario demócrata, pretendiendo alejarse de la Diplomacia del Dólar, no encajaba por ningún lado. El “mea culpa” reconocía que la Casa Blanca estaba al servicio de los semidioses de Wall Street y por ende, de la expansión imperialista.
Asimismo, confesaba una deleznable práctica que bajo las banderas de la “democracia”, la “libertad” y los “valores del pueblo norteamericano”, Calvin Coolidge, Richard M. Nixon y Ronald Reagan, se traduciría en la Agenda del Departamento de Estado.
“Los Estados Unidos dejarán de ser, como hasta hoy, el centro de la organización de revoluciones (léase desestabilización) y el mercado de elementos bélicos para turbar la paz interna de cada uno de estos países”, afirmó el religioso calvinista que llegó a la Casa Blanca. (Nicaragua, gobierno, gobernantes y Genealogías, Adolfo Díaz Lacayo, p 261)
Gran hipócrita este Wilson. En la práctica, “trataba de enseñar la democracia a palos, con la misma devota unción con que Calvino quemaba herejes para salvar sus almas”. (El pequeño ejército loco, Gregorio Selser, p 30)
Tercer intento: 1914
El Convenio Chamorro – Weitzel encontró una férrea oposición por parte de congresistas con mayor vergüenza que los Diego – Emiliano Chamorro- Adolfo Díaz.
Los senadores consideraban un contrasentido ratificar semejante adefesio por cuanto Nicaragua estaba bajo la bota, gobierno y humillación de los Estados Unidos. Sería un monstruoso “selfie”.
Díaz empujaba la venta de Nicaragua porque urgía, también, tres millones de dólares. El nuevo gobierno de Wilson que no quería ser copia de Taft, exigía que los marines abandonaran Nicaragua si querían el Tratado. Díaz y Chamorro sabían que saliendo el último marine, el gobierno conservador caería como un castillo de naipe.
Con todo y que el Congreso no quería dejar pasar aquel infame capítulo, por decencia de unos, por pena ajena de otros, y porque ningún tratado firmado con una nación avasallada por otra nación, surtiría efecto según el Derecho Internacional, se modificó, remodificó y…
Wilson finalmente fue “convencido” por sus cercanos colaboradores a violentar sus “principios”, y al peor estilo de Theodore Roosevelt, de aquel engendro Chamorro-Weitzel, salió una criatura más diabólica: el Tratado Chamorro-Bryan.
Emiliano, Ministro Plenipotenciario de Adolfo Díaz, había concluido la “gran obra maestra” del otro Chamorro. Todo en familia.
2014: Doctrina Monroe “ecológica”
En marcha.
Las palabras de Taft, aunque hoy no son asumidas por el presidente Barack Obama, demos gracias a Dios, sí se han convertido en el himno importado de quienes respirando aún la atmósfera decimonónica del chamorrismo, desde Nicaragua se oponen al Canal. De repente, las olvidadas etnias del Caribe amanecieron con “nuevos hermanos” en el Pacífico.
Han llegado al absurdo de pintar un panorama como que después de la primera palada de tierra que se extraiga de la excavación, viene el fin del mundo.
El vigésimo séptimo Presidente de los Estados Unidos, “profeta” de la minoría opositora, dijo: “Es obvio que la Doctrina Monroe es más vital en las cercanías del canal de Panamá y la zona del Caribe que en cualquier otra parte”. (Carlos Fonseca, Obra Fundamental, p 31).
El Canal, aunque no se haya hecho hasta hoy ni un metro de cauce desde que el Capitán Alonso Calero, en 1539, partió de las isletas de Granada en busca del Estrecho Dudoso, es la Historia Abierta donde Nicaragua debe entrar.
Nuestra nación ha saciado la inagotable sed de las potencias, pero escasamente la de su propio pueblo. Ante los ojos del Altísimo eso no es justo. Llega la gran hora.
¿Triunfará la Nicaragua del Canal de Darío, Zeledón, Sandino, Fonseca, del pueblo y del Frente Sandinista dirigido por el comandante Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo?
¿O se impondrá la Doctrina Monroe en la versión seudo ecológica de los descendientes directos de los Chamorro Alfaro – Chamorro-Weitzel- Chamorro-Bryan, y su corte, para impedir que nuestra patria cumpla su papel en la Historia?
Gracias a Dios, “Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos” (Daniel 2:21).
**Edwin Sánchez