El sol se esconde en el horizonte para dibujar el contorno de una fortaleza de 341 años, un muro que impidió el paso de piratas ingleses en el pasado y que originó un tranquilo y pintoresco poblado en el sur de Nicaragua, que cada vez más atrae a turistas por su exuberante belleza natural e histórica.
El municipio El Castillo, en el sureño departamento de Río San Juan, fronterizo con Costa Rica, le debe su nombre a la antigua fortaleza «El Castillo de la Inmaculada Concepción», construido por los españoles en la época colonial, entre 1673 y finalizado en 1675.
Ese fuerte, que sirvió para proteger territorios de Nicaragua, obstaculizando el paso de piratas ingleses, ahora es una de las principales atracciones históricas del pequeño poblado, que también tiene a sus pies el imponente caudal del Río San Juan.
Las calles de El Castillo no tienen andenes y mucho menos transitan vehículos, sus angostos y contados callejones tallados en concreto y piedra hacen que los transeúntes los recorran a pie o en bicicleta en menos de una hora, mientras aprecian su originalidad, seguridad y la amabilidad de los lugareños.
«Aquí es un pueblo muy tranquilo, la gente viene y camina tranquila. A ellos les gusta porque dicen que es un lugar seguro y la verdad que así es», dijo a Efe la administradora de la caseta de atención al turista de El Castillo, Nubia Hernández.
Esta localidad, a la que se accede solamente a través de pequeñas embarcaciones, cuenta con más de 4.000 habitantes y subsiste, mayoritariamente, de la agricultura, la pesca y el turismo que poco a poco ha cobrado fuerza gracias a su buen aprovechamiento.
Las viviendas se alejan un poco de la arquitectura que habitualmente rigen los poblados rurales, pues en El Castillo son construidas sobre pilares o simples estacas con el fin de no ser alcanzados por el exceso de agua que acarrea el río durante la época lluviosa.
Desde recorridos nocturnos para observar caimanes sobre la orilla del río, hasta adentrarse por horas en la reserva natural Indio Maíz, con 2.639,8 kilómetros cuadrados de extensión, son algunas de las atracciones que mueven a turistas nacionales y extranjeros a conocer este despampanante lugar.
Una parada obligatoria al llegar al poblado es la visita a la gran fortaleza, que tiene en su entrada principal un museo histórico en donde, por solo 3 dólares, se puede conocer con lujos y detalles cada momento de ese fuerte de batalla y sus personajes, además de obtener un vista del río y a los lejos, también la reserva.
Cada mes a ese pequeño poblado rodeado de verde, llegan entre 400 y 500 turistas, siendo en su mayoría procedentes de Alemania, Estados Unidos, España e Italia, precisó Hernández.
«Es la primera vez que vengo y sí me gustaría regresar, el lugar es bonito y tranquilo», dijo a Efe el turista alemán Manuel Czingo, de 29 años, y quien llegó acompañado de una nicaragüense para conocer el sitio durante cuatro días.
Por su parte el visitante costarricense Luis Vargas, quién llegó por dos días, indicó que su atracción favorita del sitio fue la vegetación y la fortaleza.
No obstante, añadió, «tener el río cerca y escucharlo es algo que no tienes acceso todo el tiempo y el viaje en lancha, el pueblo es bonito como se conserva».
De la vida nocturna en El Castillo se dice poco, pues, según Hernández, en el pueblo existen bares que abren generalmente solo los fines de semana, porque los turistas más que todo solo visitan el lugar para conocer la fortaleza y la reserva Indio Maíz, certificada en 2003 como reserva de biosfera por la Unesco.