Hablar de la vida de los demás siempre ha sido mal visto, es un hábito que muchas personas reprueban, pero que muy pocos pueden evitar, ¿por qué sucede esto? La ciencia tiene la respuesta.
Científicos descubrieron que cuando los seres humanos cuentan chismes, el cerebro libera niveles más altos de la hormona del placer, la oxitocina, que cuando nos involucramos en una conversación regular.
«Trabajo como psiquiatra, y me di cuenta de que cada vez que mis colegas y yo chismorreábamos, nos sentíamos más cercanos. Comencé a preguntarme si había una causa bioquímica para este sentimiento de cercanía”, dijo la doctora Natascia Brondino, autora de la investigación.
En el estudio participaron 22 estudiantes femeninas de una universidad, quienes fueron divididas en dos grupos. Ambos grupos escucharon chismes diferentes por parte de dos mujeres.
Después todas las estudiantes fueron reunidas y se pudo comprobar que intercambiaron las historias que les habían contado, aunque muchas de ellas omitieron o agregaron datos a sus versiones.
«El chisme acerca a las personas y puede ayudarnos a averiguar en quién confiar, porque podemos escuchar información sobre personas que no conocemos de fuentes confiables”, dijo la especialista.