La orden de enmascarar dos perros, para preservar la integridad de un niño y una niña, figuran entre las medidas de protección dictadas al final de un juicio de divorcio unilateral en el cual para solicitar el cuido y crianza para sí mismo, el demandante usó como argumento el riesgo que los menores corren viviendo al lado de su madre y de los peligrosos canes.
El reconocimiento judicial que realizó la jueza María de los Ángeles Soza realizó, sirvió para ordenar medidas de protección para los niños y terapia por tres meses para la familia en la Escuela para Padres.
La demanda de disolución del vínculo matrimonial por voluntad de una de las partes, la interpuso I.B.M.M. de 26 años contra A.A.F.V. de profesión médica, quien al ser notificada del proceso contrademandó al padre de sus hijos con el fin de seguir ejerciendo el cuido y crianza de los menores de edad.
En su defensa, la madre de los niños dijo que los perros se mantienen en el patio de la casa, área a la que se tiene acceso por dos puertas que están protegidas con barandas de madera.
La tramitación del proceso se realizó entre finales de mayo y finales de septiembre de este año, tiempo en el que la jueza Noveno de Distrito de Familia, doctora María de los Ángeles Soza, descubrió que si bien los señalamientos de las partes eran de cuidado, la afectación psicológica del núcleo familiar ameritaba aún más la toma de medidas inmediatas.
De acuerdo con el informe de la psicóloga Luisa Noemí Tellería Labarca, del Consejo Técnico Asesor “ésta familia es disfuncional” pues existe desorganización, de forma que no se reconocen las responsabilidades individuales y personales”.
Además los problemas de las partes a partir la separación se le han trasladado a la niña, por lo que recomendó terapia psicológica para ella, a fin de que aprenda a manejar sus emociones y sentimientos.
En consonancia con los Códigos de Familia y de la Niñez y Adolescencia, la judicial tomó en cuenta los sentimientos de la niña que a través de entrevista psicológica expresó tener necesidad de protección, de saber y entender lo que está pasando a su alrededor, lo que le ocultan, además de mostrar ansiedad por la separación de los padres y deseo de encontrar el equilibrio entre ella y el mundo que le rodea.
El estudio también la encontró depresiva con percepción de abandono, inquieta y confundida, emotiva y pasiva-agresiva, exteriorizando sus sentimientos con mucha agitación.
La psicóloga sugirió que los progenitores sean más cuidadosos de sus hijos para que estos no se sientan desatendidos y recomendó que los padres asistan a la Escuela de Valores, del programa que imparte del Ministerio de la Familia, Adolescencia y Niñez y eviten contaminar a sus hijos con los problemas de adultos.
En el proceso se estableció que si para I.B.M.M. la presencia de los perros junto a sus hijos representa un riesgo, en el domicilio donde él vive “existe un doble riesgo” pues de acuerdo al estudio realizado por Claritza Álvarez Huete, trabajadora social del Consejo Técnico Asesor, el ambiente es “vulnerable y no apto para el desarrollo integral de un menor de edad”.
Por una parte existe un riesgo latente e inseguridad, en un perímetro donde se consume y comercializan bebidas alcohólicas y por otra parte existe una incidencia directa en el desarrollo psicosocial, visto esto como factor de influencia en el crecimiento de la niña y el niño, dado que quien atiende el negocio es la abuela paterna, “lo que conlleva a no tener el tiempo necesario para el cuido de un niño de dos años y una niña de seis”, consigna el fallo.
Tras el reconocimiento judicial efectuado al entorno en que los niños se desenvuelven, la jueza Soza decidió delegar el cuido y crianza de la niña y el niño a su madre, ya que si bien también existe un pequeño negocio de bisuterías, ella es la que se dedica personalmente a su cuido y atención, inclusive, llevándolos y trayéndolos al y desde el colegio.