El arzobispo de San Salvador (capital de El Salvador), José Luis Escobar Alas, explicó el domingo que la canonización del beato Óscar Arnulfo Romero depende de que el Vaticano confirme científica y teológicamente un milagro realizado por el cura salvadoreño.
La canonización comprende los permisos para rendir culto público y universal a esa persona, a la cual se le asigna una fiesta litúrgica, se le dedican iglesias, capillas o altares.
Monseñor Óscar Arnulfo Romero se caracterizó por defender a los más pobres y desprotegidos en los días previos al estallido del conflicto armado salvadoreño (1980-1992). Fue asesinado en pleno ejercicio pastoral mientras oficiaba una misa, el 24 de marzo de 1980 en San Salvador.
El proceso de beatificación del arzobispo Romero estuvo paralizado en la Congregación para la Causa de los Santos por varios años, hasta que en abril de 2013 el papa Francisco lo activara, siendo finalmente beatificado el pasado 23 de mayo de 2015.
Según el arzobispo Escobar, «a finales de octubre de 2015 se enviaron expedientes de dos milagros realizados por Romero» para que fueran estudiados y analizados por la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano, en Roma.
Manifestó también que «se han realizado todos los pasos, pero aún queda que se verifique científicamente y desde el punto de vista teológico un milagro (…) no es lo mismo que unas gracias o intercesión divina y eso es lo que debe de ser estudiado».
Escobar puntualizo que el «estudio es severo y que dependerá del resultado del mismo que Romero sea canonizado». «Hasta que se analiza a profundidad se conoce si es aprobado o no (…) en el caso de que no sea aprobado ninguno de los milagros que hemos mandado seguiremos intentando hasta lograr el objetivo».
Óscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto 1917, en Ciudad Barrios departamento de San Miguel (este). Fue el segundo de ocho hermanos, hijo de Santos y Guadalupe. Fue un incansable luchador de los derechos humanos y abrió las puertas de la iglesia salvadoreña a los campesinos desplazados.
Durante los años 80 escribió una larga carta al entonces presidente estadounidense Jimmy Carter para pedirle que cancelara toda ayuda militar en su país.
El domingo 23 de marzo de 1980 monseñor Romero pronunció su última homilía. Fue considerada su sentencia de muerte por la fuerte denuncia que realizó.
“En nombre de Dios y de este pueblo sufrido (…) les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión”.
Un día después, el 24 de marzo de 1980, monseñor Óscar Arnulfo Romero fue asesinado de un disparo mientras oficiaba la eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia.
Murió a manos de un francotirador que formaba parte de los escuadrones de la muerte de ultraderecha, financiada por la Agencia Central Estadounidense (CIA, por su sigla en inglés).