La joven Tiffany Stevens, de 27 años, se quitó la vida en enero de 2019 luego de matar a sus pequeñas hijas Casey-Lea Taylor, de 3 años, y Darcey Stevens, de tan sólo 18 meses de nacida.
Una impresionante nota de suicidio encontrada en su casa de habitación decía «He decidido matarnos por el bien de mis hijos«.
La investigación oficial, determinó casi 3 años después, que la mujer decidió acabar con la vida de sus retoños al convencerse de que las había traído a un mundo muy corrupto.
Así mismo un examen forense determinó que a las niñas les suministraron enormes cantidades de metadona, un poderoso sustituto de la heroína y los opioides.
Mientras que la madre presentaba altas dosis de morfina en su cuerpo; se determinó que ella se había inyectado insulina y metadona, entre otro tipos de drogas.
La bebé Darcey fue hallada dentro de un carrito junto a la puerta principal de la vivienda mientras que la madre y su hermana estaban sobre un colchón tirado sobre el suelo del salón, debajo de un edredón.
Un doctor británico determinó que las drogas que habían tomado las menores las habrían dejado inconscientes antes de morir; por lo que no padecieron ningún dolor o sufrimiento.
La policía británica indicó que la investigación aún se encuentra activa.