Tras un juicio intenso y repleto de emociones, Verónica Youngblood, de 38 años, fue condenada a 78 años de prisión por el doble asesinato de sus dos hijas. El devastador crimen ocurrió en su apartamento en McLean, Virginia, Estados Unidos, en agosto de 2018.
Según el testimonio presentado en el tribunal, Youngblood asesinó a sus hijas Sharon Castro, de 15 años, y Brooklyn Youngblood, de 5, usando un arma de fuego. Previamente, había sedado a las niñas con gomitas de melatonina. Una vez que cayeron dormidas, procedió a dispararles.
Brooklyn, la hija menor, fue asesinada en el acto después de recibir un disparo en la cabeza. Por su parte, Sharon, que recibió disparos en la espalda y el pecho, demostró valentía al lograr pedir ayuda a las autoridades a pesar de sus heridas críticas. Desafortunadamente, la adolescente falleció poco después debido a la gravedad de sus lesiones.
En un giro macabro, fue la misma Youngblood quien alertó al padre de las niñas, Ron Youngblood, sobre el atroz acto que había cometido, llamándolo para decirle que había disparado a sus hijas. Posteriormente, las investigaciones revelaron que la madre adquirió el arma solo nueve días antes del trágico evento.
Durante su interrogatorio, Verónica confesó que tenía intenciones de quitarse la vida después de matar a sus hijas, todo como resultado de una amarga y prolongada disputa de custodia con su ex pareja.
A lo largo del juicio, se destaparon aspectos oscuros y desafiantes de la vida de Youngblood. Se supo que creció en la pobreza, fue víctima de abusos físicos y sexuales durante su infancia, y que recurrió al trabajo sexual para mantener a Sharon, su hija mayor.
A pesar de su traumático pasado, el jurado decidió sentenciarla a la pena máxima de 78 años en prisión.
Mientras se leía la sentencia, Verónica se autodefinió como una «buena madre», alegando que algo se torció en su mente el fatídico día en que decidió acabar con la vida de sus hijas.