La madrugada del sábado 23 de diciembre de 1972, se registró el potente terremoto de magnitud 6.2 que destruyó Managua.
El movimiento telúrico duró solamente 30 segundos, seguido por dos réplicas de magnitud 5.0 y 5. 2 a la 01: 18 y 01:20 de la madrugada, con epicentro dentro del Lago Xolotlán 2 kilómetros al noreste de la Planta Eléctrica Managua, en la falla de Tiscapa.
El terremoto destruyó el centro de Managua, provocando cerca de 19 mil 320 muertos y 20 mil heridos, aunque no se sabe el número exacto de fallecidos, pues hubo cadáveres que nunca fueron sacados de los escombros
Los incendios causados por el desastre se prolongaron durante las dos semanas siguientes hasta el 6 de enero de 1973, debido al quiebre de la tubería de agua potable y al desplome de los 2 cuarteles del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Managua, situados en el barrio Candelaria y frente al Estadio Nacional, se derrumbaron aplastando a las unidades.
«Managua tenía vida nocturna, por aquellos días de diciembre la vida de la Capital era bien agitada. Sus calles, edificios y tiendas estaban adornadas con objetos navideños, pero todo se vino a pique. Esa Managua es inolvidable para mí, porque es en la que yo crecí”, dijo con nostalgia el historiador e investigador cultural Wilmor López.
“En el terremoto del 72, te pudiera decir que se quedó la Managua desnuda y vio lo vulnerable que era en cualquier sismo… Y Managua cayó de rodilla, se incendió y se perdió para siempre. En ese terremoto se fueron familias enteras, porque se dice que fueron 10 mil, así popularmente, 10 mil fallecidos”, indicó López.
A 47 años de este fatídico terremoto, los sobrevivientes recuerdan como fueron los momentos vividos, que dejó a miles de personas sin viviendas, con luto y provocó el desplazamiento hacia otros departamentos.
En el barrio Monseñor Lezcano aún viven algunos sobrevivientes, quienes recuerdan la tragedia y aunque han superado el trauma causado, aun se humedecen sus ojos al recordar y relatar el preciso momento de lo sucedido y cómo lograron salvar sus vidas, junto a sus familias.
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Doña Socorro Cuadra Fonseca, de 81 años, vive en este barrio capitalino desde hace 65 años y recuerda cómo fue esa noche que les robó la tranquilidad. Relató que primero se dio un temblor, pero nunca imaginaron lo que sucedería después.
“Ya iba a ser las 12 cuando empezó el hamaqueo y le digo a mi esposo está temblando. Levantémonos. Y nos levantamos. Yo tenía en ese entonces un niño de 3 años y él me decía mis zapatitos, mis zapatitos. Yo lo dije espérate que en lo oscuro no veo, porque no había luz. Entonces al tantión busqué los zapatos y se los puse. Buscamos como salir, pero la puerta se nos trancó y buscamos como salir por otro lado… En ese tiempo no estaba este muro y ya todo mundo estaba en la calle”, relató Cuadra.
“Sentí como que nos íbamos hundiendo, esa fue mi impresión, que la tierra se iba hundiendo y que íbamos para abajo. ¡La Sangre de Cristo! decía yo y abrazaba a los chavalos”, añadió.
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Su casa no se derrumbó, pero las tejas del techo se resbalaron quedando desprotegida y las puertas quedaron un poco desviadas por lo que no se podían abrir ni cerrar.
“El ambiente era triste, porque se siente la soledad, sentís como una nostalgia… En el Cementerio (General) se miraba cuando estaban enterrando a los muertos en la fosa común que había”, dijo doña Socorro.
Familias nicaragüenses están más preparadas ante eventualidades
Esta sobreviviente manifestó que ahora hay más conciencia de cómo actuar en el momento, aunque no deja de causarle temor cuando se registra un temblor.
Doña Margarita Canales de la Rocha, de 78 años y su esposo don Pedro Antonio Molina, de 91 años, tienen 54 años de matrimonio y para la noche de ese 23 de diciembre, dormían con sus hijos en su humilde casa forrada de tabla con techo de tejas.
“Fue horrible, porque se vino el envión y buscar cómo levantarnos en carrera, y al segundo, que fue que botó todas las cosas, fue que salimos corriendo con todos los niños para la calle. Ya la gente estaba en la calle y la polvareda que se miró. Pero en lo que nosotros salimos, si nos hemos tardado un poco nos hubiera matado, porque la pared de la casa vecina se cayó hacia el lado de nosotros”, recordó Margarita.
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Señaló que al momento del sismo se escuchó un ruido como un eco y se vivió un ambiente feo, “terrible fue ese momento”, indicó.
Por su parte, don Pedro rememoró que él trabajaba en la textilera Fabritex y recién había llegado a su casa esa noche y tras acostarse escuchó un ruido y simultanea la tembladera, “en ese momento nos levantamos y agarramos los niños para salir a la calle”, afirmó.