Este domingo 14 de Octubre de 2018 el papa Francisco canonizó a monseñor Óscar Romero, quien fue asesinado cobardemente por la derecha oligarca salvadoreña en el año de 1980 mientras ofrecía una misa en la ciudad de San Salvador.
San Óscar Arnulfo Romero nació un 15 de agosto 1917, en la Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, en El Salvador. Provenía del seno de una familia humilde y modesta compuestas por su papá Santos, su mamá Guadalupe y siete hermanos más.
El habitó en el colegio Pío Latinoamericano hasta el año de 1942 tras haber sido ordenado sacerdote en el mes de Abril con tan sólo 24 años de edad. En 1943 se convirtió en párroco de la ciudad de Anamorós, en La Unión. Posteriormente fue trasladado a la ciudad de San Miguel donde fue el encargado de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz y también fungió como secretario del Obispo Monseñor Miguel Ángel Machado.
En 1968 fue nombrado como Secretario de la Conferencia Episcopal salvadoreña y el 12 de Abril de 1970 el papa Pablo VI lo designó como Obispo Auxiliar de San Salvador.
Un incansable luchador de los Derechos Humanos
San Romero siempre abrió las puertas de su Iglesia a los campesinos que eran cruelmente perseguidos durante la Guerra Civil Salvadoreña (1980-1982). El siempre luchó en pro de los derechos humanos de lo más pobres. Durante sus homilías denunciaba los constantes atropellos perpetrados por los militares contra los campesinos y los obreros.
Sus problemas surgieron tras oponerse a la poderosa clase económica salvadoreña que junto a los gobernantes de derecha fomentaban la violencia institucional contra los menos favorecidos de la sociedad.
Debido a sus denuncias públicas comenzó una campaña de desprestigio contra su sacerdocio y su personalidad. La prensa salvadoreña continuamente lo insultaba y lo calumniaba.
Su muerte
El domingo 23 de marzo de 1980 pronunció su última homilía la que fue considerada como una sentencia de muerte, debido a una fuerte denuncia:
En nombre de Dios y de este pueblo sufrido… les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión
Un día después, el 24 de marzo, el santo fue asesinado con un disparo en la cabeza, mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia.
Murió a manos de un francotirador que formaba parte de los escuadrones de la muerte de ultraderecha, financiados por la Agencia Central Estadounidense (CIA).
«La palabra queda, y ese es el gran consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá pero mi palabra, que es Cristo, quedará en los corazones que la hayan querido recoger» (San Romero, 1978).