Isidro dijo que se “puso chiva” una noche en que los perros no dejaban de ladrar como si un “intruso” anduviera en la propiedad, y al salir al patio encontró a uno de los cerdos con una mordedura en el cuello y con la cola cortada y no tenía señas de haber sangrado.
La mañana del día siguiente, relató que de los árboles de la finca cayeron varias gallinas tiesas que tenían la seña de colmillos clavados en el buche, e igual no tenían señas de sangre.
“Parece que se les bebieron la sangre y no dejaron manchas”, dijo asombrado don Isidro Toruño, quien reza durante las noches ante el pensamiento de que es el “Chupacabras” el que ronda la finca.