El venezolano Jesús Cortés, de 41 años de edad, relató los momentos de terror que vivió luego de que el bus en que viajaba junto a 97 pasajeros más se precipitó a un abismo en la cuesta La Cucamonga, en Estelí, en donde murieron 15 compatriotas suyos.
Cortés salió 20 días atrás del estado de Zulia y al llegar a Centroamérica pensó que lo peor en su ruta irregular hacia Estados Unidos ya había pasado al atravesar las selvas de Colombia, en donde se salvó junto a su esposa y sus dos hijos de morir devorados por una fiera salvaje o quedar metidos en un suampo.
El extranjero recordó que salió de Managua junto a su esposa Dalia Soler, de 37 años, y sus hijos de 16 y 13 años, rumbo a Jalapa, a bordo de un bus que les cobró siete dólares a cada uno, luego de decirles que no andaban mucho dinero ya que inicialmente les pedían 72 dólares por los cuatro.
Jesús Cortés dijo que él iba en los asientos de atrás con su hijo, y al otro lado su esposa con la niña, y aunque gran parte de su vida laboró como chofer de vehículos, nunca se le pasó por la mente que una mala maniobra y el exceso de velocidad acabarían con la vida de su esposa Dalia.
El sobreviviente explicó que antes del fatal accidente, el bus se detuvo en un lugar en donde el conductor se bajó a tomarse una gaseosa y que luego empezó a manejar a exceso de velocidad.
Afirmó que al ver que el chofer iba conduciendo como alma que se la lleva el diablo, la gente empezó a gritarle que no corriera mucho, pero no hizo caso hasta que cayeron todos al fondo del abismo.
Añadió que tras colisionar con los dos autos en la carretera, el bus dio como tres vueltas, y que aunque intentó proteger de los golpes a su hijo, después de la caída lo encontró con la cabeza partida y todo golpeado.
Agregó que luego agarró un objeto duro para romper las ventanas del bus para buscar a su hija encontrándole prensada entre el hierro y la madera, pero su esposa estaba muerta.
Jesús Cortés se dirigió a la embajada de Venezuela en Managua con la idea de que le ayuden a cremar el cuerpo de su esposa y llevarse las cenizas consigo, porque considera que ella era parte de su vida.