El hospital San Carlos, de San José, alertó sobre un aumento en la cantidad de casos de abuso sexual en menores de edad que están ingresando al centro médico. El informe revela que, en los últimos tres meses, al menos 110 pequeños han recibido atención por esta causa.
Edgar Carrillo, director médico, resaltó la importancia de detectar señales de alerta que indiquen abuso sexual dentro del núcleo familiar, y entorno externo como barrio, centro educativo y espacios de recreación.
Prevenir estas terribles situaciones está en mano de padres, tutores, vecinos y maestros de los pequeños, por lo que mencionamos una serie de cambios de comportamiento o conducta sexual en menores víctimas:
Regresión en el desarrollo: algunos niños pueden volver a conductas anteriores en su desarrollo, como orinarse en la cama, chuparse el dedo o tener miedo a la oscuridad. Este tipo de regresión es una forma de expresar angustia y a menudo señala un retroceso en áreas donde ya habían alcanzado cierta madurez.
Comportamientos autodestructivos o autolesivos: cortarse, golpearse a sí mismos, o tener otros comportamientos autodestructivos pueden ser señales de abuso, principalmente para adolescentes que intentan aliviar o expresar su dolor emocional.
Desinterés por la higiene personal: la víctima puede mostrar una falta de interés en su higiene personal y apariencia, lo cual puede ser una forma de evitar atraer atención o expresar una autoimagen deteriorada.
Actitudes hiperalertas y sobresaltos frecuentes: muchos niños y adolescentes desarrollan una actitud de alerta constante, respondiendo con sobresaltos a ruidos fuertes o movimientos inesperados. Esto es una respuesta común al trauma y puede estar asociado a un temor constante de revivir la experiencia.
Apego inusual o rechazo hacia adultos: la persona menor de edad puede mostrar una actitud apegada o, por el contrario, evitar o rechazar la proximidad con personas.
Cambios en el comportamiento: es común que la víctima experimente cambios repentinos, mostrando conductas que antes no eran típicas, como el aislamiento, el llanto frecuente o un aumento en la agresividad, siendo esta una forma indirecta de pedir ayuda.
Dificultad con el rendimiento escolar: puede presentarse una disminución en el rendimiento académico, con dificultades para concentrarse, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba o una reticencia a ir a la escuela. Estos cambios suelen reflejar el nivel de angustia y distracción internos que experimentan los menores afectados.
Inquietud y conductas sexualizadas inusuales: un aumento en la inquietud, dificultad para mantenerse en calma y comportamientos sexualizados inapropiados para su edad (como el uso de lenguaje sexual explícito o conductas sexuales hacia otros) pueden ser señales de abuso sexual.
Sentimientos de culpa y vergüenza: muchos niños y adolescentes víctimas de abuso sexual presentan una marcada autopercepción negativa, acompañada de sentimientos intensos de vergüenza y culpa. Estos pueden llevarlos a autoaislarse y a evitar hablar de sus emociones o experiencias.
Baja autoestima y desvalorización: las víctimas pueden desarrollar una baja autoestima, con pensamientos negativos sobre sí mismos, viéndose como personas “dañadas” o “rotas”. Esto afecta gravemente su imagen personal y su capacidad para relacionarse socialmente.