El Real Madrid jugará la final de la Supercopa después de eliminar al Barcelona (3-2) en un Clásico enorme que mostró tanto la capacidad de sufrimiento y de resolución merengue como el crecimiento, valentía y determinación de un Barça que no se rindió en ningún momento, que respondió al 1-2 de Benzema asumiendo un riesgo enorme y que durante muchos minutos sometió a base de fútbol a un rival al que le sonrió la fortuna gracias a su adaptación al argumento del partido.
Ganó el Madrid sabiendo entender que debía arremangarse en defensa para sobrevivir al asedio del Barça tras el empate de Ansu Fati. Fue un final de partido y principio de prórroga en que el equipo de Xavi mandó con una superioridad tan evidente como permitida por los de Ancelotti, más ocupados en esperar un error, otro, del rival que les permitiera dar el golpe.
Y lo dio el equipo merengue gracias a la concesión azulgrana. Si Busquets falló en el 0-1 y Alves estuvo despistado y lento en el 1-2, el 1-3 nació de una pérdida de Dembélé que permitió la salida supersónica y desesperada madridista, que acabó resolviendo Fede Valverde. Quiso siempre el Barça… Pero no pudo.
Entró con mayor empaque y control el Real Madrid al partido, cediendo el balón al Barça en un falso dominio azulgrana, con mayor posesión pero sin la sensación de peligro que sí mostraba el equipo de Ancelotti cuando se encontraba con la posibilidad de correr. Esperando paciente, a la contra salía el Madrid provocando cortocircuitos en la contención de de un Barça que se obligó a rebajar sus expectativas, tomando el choque un color blanco que explotó a los 25 minutos.
Un magnífico robo de balón de Benzema a Busquets, demasiado altivo en la conducción en el centro del campo, provocó la carrera de Vinicius, la lentitud de reacción de Dani Alves y el pase avanzado de Benzema, que el brasileño aprovechó para entrar en el área con ventaja sobre el desesperado Araújo, impotente como Ter Stegen al remate envenenado que abría el marcador.
Tocado pero no hundido, respondió el Barça, rebelándose contra la depresión, imprimiendo más verticalidad a su juego, más velocidad y evitando que la ventaja le diera pausa al rival. Así llegó relanzado hacia el descanso, con el premio final para Luuk de Jong, que después de tres remates con peligro se encontró con el gol en la jugada menos esperada, rematando, de rebote, un mal rechace de Militao a centro de Dembélé.