La selección nicaragüense de fútbol venció anoche 6×0 a su similar de Anguila en la Liga de Naciones de Concacaf. El resultado es histórico. Es la victoria más abultada que ha conseguido la Azul y Blanco. Por si fuera poco, Jaime Moreno anotó el primer tanto a los 25 segundos de haber iniciado el juego, estableciendo el récord del gol más rápido en la historia del onceno nica.
Sin embargo, más allá de los apuntes históricos, la goleada es una cortina de humo. La peor cortina que se ha visto en los últimos años. El marcador es engañoso. Anotarle seis goles a la peor selección del mundo, posiblemente sea un logro sin méritos, una proeza conseguida sin dificultades.
La selección de Nicaragua ha alcanzado un crecimiento sostenible en los últimos años. En tanto, los caribeños sufren de limitaciones administrativas, logísticas y hasta de talento humano, pues apenas cuentan con 15 mil habitantes, un poco menos que el municipio de Ticuantepe.
El equipo de Anguila está compuesto por pescadores, meseros, maestros de escuelas o carpinteros, que practican el fútbol de una manera aficionada, sin conceptos básicos, sin preparación física exclusiva, carentes de talento y sin necesidad de jugar al balompié, pues aunque sean seleccionados nacionales, su vida cotidiana no cambiará de tono.
Los anguilenses permitieron los 6 goles en el primer tiempo, el cual jugaron a su mayor intensidad, algo que no se traduce un nivel exigente. Durante el segundo tiempo, su ritmo disminuyó, obviamente, mermados por la deficiente condición física. Era el escenario perfecto para que Nicaragua anotara otros 6 tantos.
Sin embargo, ese escenario desapareció, se esfumó como un espejismo, o mejor dicho, lo esfumaron los nicaragüenses con su actitud irrespetuosa dentro del terreno, pues iniciaron a jugar con displicencia, tocando la pelota con el tacón, entregando pases con el pecho, haciendo dribles y demás cosas, motivados por la superioridad que sintieron sobre su rival.
La superioridad la tuvieron en el primer tiempo. Esa condición les construyó una escalera hacia el cielo, llegaron a las nubes y se sintieron solamente debajo de San Pedro. No lograron volver a la tierra, no pudieron aterrizar a su realidad, no alcanzaron a poner los pies sobre el suelo nuevamente.
Pensar que jugadores con talento de naturaleza, desarrollados bajo términos científicos del fútbol, que se rozan en ligas profesionales y son entrenados por estrategas preparados, no puedan anotar un solo gol en el segundo tiempo del partido frente a Anguila, es inconcebible.
Incluso, el director técnico, Henry Duarte, ha manifestado su molestia hacia los jugadores al término del compromiso. Los acusó (con argumentos suficientes y sostenidos) de conformistas. Y sí lo fueron. Se conformaron con la actuación del primer tiempo. Se conformaron la burla e irrespeto que le hicieron a su rival.
A pesar de ser histórico, el triunfo sobre Anguila es un mal resultado. Es malo porque pudieron ser 12, si los jugadores hubiesen encarado todo el partido a cabalidad. Es malo porque esos 6 goles ponen en duda la clasificación de Nicaragua a la Copa Oro del próximo año.
Es malo porque los jugadores no mostraron profesionalismo al no respetar al rival. Es malo porque Nicaragua es 30 veces mejor que Anguila. Es malo porque es una cortina de humo que nos hace ver a un equipo nacional triunfante, cuando en realidad, el grupo mostró sus deficiencias de actitud.