Con un pronóstico médico devastador a los 33 años, el staff del hospital sólo quería regalarle algunos momentos de felicidad. Por ello, le preguntaron cuál sería su último deseo antes de partir. Raúl Hinojosa no lo dudó: quería casarse.
Yvonne Lamas, su pareja desde hacía 11 años, estaba emocionada. Ella ya había aceptado casarse en 2007, pero por ese entonces la pareja pensó que tendría tiempo, antes de saber que le diagnosticarían la leucemia.
«Quería darme una boda de un cuento de hadas, estaba ahorrando cuando supo de su enfermedad», relató. Junto con sus cuatro hijos (uno de él y tres de otro compromiso), le agradeció todo el amor recibido: «Como figura paterna, ha sido muy cariñoso».
En el hospital de Amarillo (en Texas), se entusiasmaron con la idea, aunque sabían que no sería fácil. Necesitaban un traje, un vestido, un pastel, alguien que oficie la boda… y lo más importante: un permiso del Estado, que demora tres días en tramitarse y no sabían si Raúl podría estar vivo para entonces.
Pusieron manos a la obra. La cafetería del hospital ayudó con la torta, la familia de la novia recorrió la ciudad para hallar el vestido indicado. Mientras tanto, en la corte consiguieron un juez amable que agilizó el proceso.
Finalmente, todo estaba listo.
«Cuando caminé por el pasillo del hospital hasta su cama y lo vi con su traje, me dejó sin respiración», relató la mujer a CNN. «Estaba muy guapo, era invaluable».
La escena se colmó de lágrimas mientras el sacerdote de la capilla del centro médico ofició la ceremonia. Un débil pero emocionado Raúl logró intercambiar los anillos con Yvonne y finalmente llamarla su esposa.
El matrimonio, celebrado con aplausos y gritos, duró poco. A las 36 horas, el cuerpo de Raúl sucumbió ante la enfermedad. Al firmar su certificado de defunción, fue la primera vez que Yvonne puso su rúbrica con el nombre de casada.