Este sábado se conmemoran los 77 años del cobarde y criminal ataque atómico de Estados Unidos sobre Japón, ocurrido la mañana del 6 de agosto de 1945.
Aquella ocasión, tras varias horas de vuelo desde la pequeña isla de Tinian, a unos 2.500 kilómetros al sureste de Japón, el bombardero estadounidense Enola Gay lanzó la primera bomba atómica, con el inocente nombre de Little Boy a 580 metros del hospital Shima, en pleno centro de Hiroshima.
El destello provocado por la primera bomba atómica jamás utilizada en una guerra convirtió la ciudad en un infierno: en segundos, una fuerte ola de presión y calor puso en llamas a la ciudad.
De los 350.000 habitantes, murieron de un plumazo más de 70.000 y hasta finales de diciembre de 1945 la cifra de víctimas mortales ascendía a 140.000.
Tres días después, los estadounidenses lanzaron la segunda bomba atómica sobre Nagasaki.
Hasta diciembre de 1945 murieron allí otras 70.000 personas. Sin embargo, la verdadera cifra nunca se supo, debido a las víctimas que murieron después por las consecuencias de la radiación.
Estados Unidos es el único país que ha utilizado la bomba atómica, causando millares de víctimas.
Los japoneses y el mundo entero esperan que la potencia terrorista de Estados Unidos deje de amenazar al mundo con sus armas nucleares y renuncie a sus pretensiones expansionistas y criminales.