Los milagros sí existen, una muestra de ello es el nacimiento de la bebé de la nicaragüense, Abigail Amoretti, de 17 años, originaria de la ciudad de Rivas, quien nunca se imaginó que su parto se adelantaría y menos cuando se encontraba a más de 10.000 metros de altura.
A medida que pasan los días y los nervios se controlan, pasajeros y el personal médico que vivió este inesperado e inolvidable momento comparten más detalles de lo sucedido.
Todo transcurría con normalidad para casi todos los pasajeros del vuelo TA-450 de la aerolínea Avianca, el pasado 25 de mayo. La excepción a esa tranquilidad era la doctora Raquel Rodríguez Lacayo, quien trataba de resignarse porque no había encontrado un vuelo que la llevara directo a Brasil, donde participaría en un congreso médico.
Cuando ya transcurrían varios minutos después del despegue de la aeronave, de repente la doctora sintió ganas de ir al baño por lo que se dirigió al sanitario y cuando esperaba su turno escuchó que dentro alguien se quejaba.
“Entonces vuelvo a ver y miro que la muchacha se estaba quejando y pregunto ¿está embarazada?, ¿tiene dolores de parto?, quien respondió fue la tía de la jovencita que trataba a auxiliarla y ya le había bajado el zipper del pantalón.
Inmediatamente la doctora tomó la iniciativa de sacar a la joven del baño y pedir a las aeromozas unas sábanas para recostar a Abigail en el piso, y alertar “estamos en un parto, es una emergencia”.
La doctora explicó que no sentía miedo, que su deber le demandaba socorrer a la madre y asistir el parto.
“Cuando le bajo el pantalón miró que tenía prolapsado el cordón, o sea, el cordón de la bebé estaba de fuera. Entonces yo le digo, esto es un parto, es una emergencia, vamos a comenzar a atender el parto porque esto es una urgencia médica, le digo a la aeromoza que, por favor, necesito que me pases una colcha porque tengo que acostar a la muchachita, la acuesto, le quitó toda la ropa. En ese momento yo no estaba pensando en nada”.
Según la médico, cuando recuesta a la joven, observa que la bebé no viene de cabeza, por lo cual la situación se complica. A esto se suma que era un embarazo de siete meses.
“Cuando yo meto la mano en la vagina de la muchacha encuentro un pie, digo ahla, viene podálico, los aeromozos ya me habían pasado guantes de plástico de los que usan en la cocina porque no había nada, entonces me puse a esperar. La muchacha comenzó a pujar, comencé a darle las indicaciones de cómo debía de pujar porque ella pujaba mal porque es primeriza”.
En minutos, el personal del avión informó a los viajeros que había una emergencia, al mismo tiempo que preguntaron si había algún otro médico.
“Yo no les había dicho en ese momento que yo era médico. Yo solo le dije pasame las cosas y ya está. Entonces se acercó un doctor hondureño llamado Suamy Bermúdez de La Ceiba en Honduras y me dice usted es doctor, sí soy doctora y digo el niño viene podálico, dice, puedo ver; claro doctor. Le dan un par de guantes y comenzamos, el terminó el parto, comienza a sacar los piecitos de la niña”, cuenta.
Según la doctora Rodríguez el nacimiento podálico es un parto difícil y normalmente se realiza cesárea.
A pesar de las dificultades, los médicos lograron sacar a la bebé. Sin embargo, en los primeros segundos la recién nacida aparentemente no tenía signos vitales.
“Cuando la niña sale estaba completamente flácida y estaba cianiótica, o sea, estaba moradita por el sufrimiento de todo el tiempo que la muchachita venía aguantando el dolor y las contracciones, cuando el doctor saca a la niña, la niña se queda pegada del cuello umbilical. Esa fue la parte más difícil, el doctor tuvo que buscar cómo con maniobras sacar la cabecita”, explicó la doctora.
Cuando logran sacar a la bebé los médicos notan que no había signos vitales, pero rendirse no fue opción para estos especialistas, por lo que la doctora Raquel optó por darle respiración boca a boca a la recién nacida.
“Me pasan a la bebé a mí y la bebé estaba completamente flácida, parecía que no tenía signos vitales, no podíamos saber porque no había estetoscopio, no había absolutamente nada, no habían condiciones, entonces yo comienzo a darle respiración boca a boca a la niña. En ese momento el doctor comienza a darle los masajes mientras yo estoy dándole respiración. La niña no lloraba y sigo porque no podemos cansarnos, tenemos que buscar cómo resucitar cuando en un momento yo miro a la niña, que ella mueve todo el pecho; le digo está viva, ya estaba feliz porque la niña estaba viva, entonces más o menos como a los aproximadamente entre el tercero y el quinto minuto la niña hace un pequeño sollozo, pero todavía no había recobrado color”.
“Cuando la niña estaba rosadita y estaba respiraba por sí sola y haciendo movimientos con su boquita, teníamos que separar la placenta. El doctor pide que por favor pasen algo para amarrar el cordón para separarla de la mamá. Al final alguien nos pasó una cola de pelo y se amarró el cordón y pasaron un cuchillo descartable con el que cortaron el cordón”, cuenta.
Tras asistir a madre e hija, el avión descendió al aeropuerto de Cancún en México, donde ambas fueron atendidas por especialistas.
“Había dos aeropuertos, el de Cancún y el de Miami, Cancún estaba a 40 minutos y en los Estados Unidos era más de una hora, dijimos no, Cancún es lo más cerca. Entonces nos desviamos a Cancún y ahí había una tormenta, pero gracias a Dios logramos salvar a la mamá y a la niña”.
“Verdaderamente es un milagro. El Señor, porque yo no me iba a ir por esa línea y todo cambió, luego levantarme al baño en ese momento, Dios puso todas las condiciones para que tanto las mamás con la niña recibieron la ayuda que necesitaban».