El Comandante de la Revolución Tomás Borge Martínez será recordado por su heroísmo, por sus frases ingeniosas y certeras, por su lealtad a la causa de Nicaragua, por su vocación antiimperialista.
El dirigente estudiantil antisomocista: chispeante, revoltoso, enamorado. El torturado por el que Carlos Fonseca metió la mano al fuego: “No nos movemos, Tomás no habla”. El preso en huelga de hambre por quien las paredes de su patria se erguían de advertencias al tirano: “Si Tomás muere…”.
El orador que partía el aire con su palabra luminosa, cuando por su boca hablaba un pueblo entero. El luchador que fue “implacable en el combate y generoso en la victoria”. El Ministro del Interior que vengó el asesinato de su esposa con el perdón: “la mejor de las venganzas”.
El comunista que le declaró la guerra al mal gusto y el aburrimiento, e invitaba a restaurar la imaginación y la capacidad creadora: a “ponerle minifalda al socialismo”. El poeta que empuñaba “los poemas como si fueran fusiles y los fusiles como si fueran poemas”. El soñador convencido de que “no se puede ser revolucionario, sin lágrimas en los ojos y sin dulzura en las manos”.
El ateo más creyente que conocí en mi vida.
Foto: Marcela Pérez Silva, “Tomás con palomas”, Piazza del Duomo, Milán, 1995.
(Tomado del perfil en Facebook de la compañera Marcela Pérez Silva)